Ante los temores por los efectos económicos del nuevo Gobierno, muchos piensan que nuestra pertenencia a la moneda única y a la Unión Europea constituye un valladar ante las tropelías que puedan perpetrar la izquierda y la ultraizquierda contra el empleo, y contra consumidores y contribuyentes. Pero yo no estaría tan seguro.
Primero, porque esto lo hemos visto antes. El papel de Nadia Calviño, supuesta dama blanca europea, frente a Iglesias, es el que jugó Solchaga frente a Guerra hace tres décadas. La idea en ambos casos pasa por tranquilizar al público y, sobre todo, preservar al líder, situándolo por encima de las contiendas entre sus subordinados. La estrategia le funcionó a Felipe González, alojado en el Palacio de la Moncloa durante casi catorce años, y le podrá funcionar también a Sánchez en el mismo lugar.
Eso sí, los socialistas con González castigaron a las trabajadoras con una elevada tasa de paro y una sucesión de dolorosos hachazos fiscales. ¿Podrá la UE evitarles ahora con Sánchez un destino tan aciago?
La vigilancia fiscal de la Comisión Europea no ha impedido que nuestro país incumpla las normas. España estuvo sometida al procedimiento de déficit excesivo durante diez años, desde febrero de 2009 hasta junio de 2019. Y tanto los gobiernos socialistas como los populares subieron los impuestos.
La situación actual de las finanzas públicas es precaria, y cualquier intento de cumplir el pacto firmado por PSOE y Podemos las desequilibrará otra vez, gravemente. En tal caso, la CE volverá a advertir al Gobierno sobre el déficit excesivo y, otra vez, ante la opción de reducir el gasto público o subir los impuestos, las autoridades preferirán esto último. Se esforzarán, eso sí, en aclarar que solo van a crujir a los ricos, lo que siempre es mentira, y en 2020 también lo será.
Dirá usted que esto es lo que hacen los demás gobiernos europeos, y que todo se reduce a una cuestión de matiz, es decir, que algunos castigan más y otros menos a sus súbditos, pero realmente ninguno los cuida. Esto es cierto, pero, precisamente por serlo, no sirve para argumentar que Europa protege a los sufridos contribuyentes. Se replicará que la UE domestica a las fieras, como se vio en el caso griego, donde Tsipras pasó a ser el ídolo de Pablo Iglesias, y viceversa, a convertirse en un tibio socialdemócrata más. Esto también es verdad, pero el coste pagado por la clase trabajadora helena en términos fiscales y de empleo ha sido oneroso.
Pero, entonces, si la protección no está en Europa ¿dónde está? Por desgracia, solo en las restricciones políticas y financieras que afronte cada Gobierno. Típicamente, en la dificultad de seguir endeudándose, y en el coste político que le pueda representar la percepción de la mayoría de las contribuyentes de estar siendo explotadas.