Mao fue un empresario. Irene Vallejo lo cuenta en su libro sobre la historia de los libros: “En 1920, Mao Zedong abrió una librería en Changsha. El negocio funcionó tan bien que llegó a tener contratados a seis empleados —esa temprana aventura capitalista resultó tan asombrosamente rentable que durante años financió su incipiente carrera revolucionaria”; pero casi medio siglo después “con inexplicable ensañamiento, impulsó la Revolución Cultural, que dejó una estela de libros quemados y de intelectuales sometidos a humillantes sesiones de autocrítica, encarcelados o asesinados” (El infinito en un junco, págs. 307-8).