Decía ayer Carlos Alsina en “Más de Uno” en Onda Cero que Raül Romeva, el consejero de Exteriores de la Generalitat catalana, no iba a tener un buen despertar al leer, como seguramente hace todos días, el Financial Times.
En un editorial, el influyente periódico británico, especializado noticias económicas e internacionales, afirmaba que el referéndum ilegal planteado para el 1 de octubre no puede ser el fundamento de ningún Estado. “Aparte de los argumentos legales, que apoyan a las autoridades de España, el argumento político de los separatistas catalanes no se sostiene”. Recuerda el FT que la unión independentista del centro-derecha y la izquierda radical no obtuvo la mayoría del voto popular en las elecciones de septiembre de 2015, pero, a pesar de ello, el gobierno y el parlamento regionales catalanes siguieron adelante, “de un modo que se salta alegremente los estándares democráticos apropiados para una cuestión de tanta importancia”.
Desmonta cualquier comparación internacional que los secesionistas catalanes pudiesen esgrimir. En efecto, no vale el ejemplo de Quebec en 1995, ni el de Escocia en 2014, ambos pactados con los gobiernos canadiense y británico, respectivamente, y ambos ajustados a derecho. En otros casos la independencia fue declara unilateralmente, es verdad, como lo hicieron los Estados Bálticos en 1990-91, pero “tenían todo el derecho a hacerlo, porque Josef Stalin les había robado el Estado y la libertad en los años 1940; ninguna de estas condiciones se aplica a Cataluña con respecto a España”.
El FT no es un diario al que los independentistas puedan calificar de ultraderecha radical, ni mucho menos. Invita, de hecho, a que “ambas partes negocien y actualicen la autonomía catalana” en la línea del Estatuto de 2006. Pero su mensaje central a propósito de la consulta ilegal es diáfano: en estas condiciones, “cualquier proclamación de una Cataluña independiente carecería de toda legitimidad política”.
Por si esto fuera poco, por si no fuera suficiente recibir tamaño rapapolvo de uno de los diarios más importantes del mundo, quien acudió raudo a socorrer a sus amigos nacionalistas catalanes fue…Nicolás Maduro, nada menos.
En una línea parecida a lo que ya había dicho en julio, comparando la consulta venezolana con el referéndum catalán, ayer el presidente venezolano llegó a insinuar que el gobierno de España es una dictadura que ha ordenado “la represión contra el pueblo catalán”. Se quejó de la “doble moral” y exigió “el respeto al pueblo de Cataluña por parte de los gobiernos oligárquicos”.
Lo más probable es que esto convenza en exclusiva a los más fanáticos partidarios del régimen chavista. Nadie más puede seriamente sugerir a la vez que Rajoy es un dictador y Maduro no, que Rajoy reprime al pueblo y Maduro no, que el español es un gobierno oligárquico y el venezolano no.
En fin. Criticados por el Financial Times y elogiados por Nicolás Maduro. Destino esquivo. ¡Cuánto habrían dado los independentistas catalanes porque hubiese sido al revés!