El pasado jueves no fue negro, como el tristemente célebre 24 de octubre de 1929, cuando un considerable descalabro de Wall Street inauguró la Gran Depresión. Fue un jueves apenas gris. No hubo pánico pero sí un susto apreciable, resultado de la combinación de flojos datos de actividad en Europa y Estados Unidos con un rumor sobre el establecimiento de un impuesto retroactivo sobre los tenedores de deuda griega. Los más golpeados fueron los mercados periféricos, entre ellos España, donde el Ibex bajó un 2,3 %, en su peor sesión del año, el bono superó ligeramente el 3 %, y la prima los 170 puntos. Sin embargo, la situación se tranquilizó el viernes: hubo volatilidad, pero los indicadores mejoraron con respecto al día anterior.
Parece claro que ni el miércoles estábamos en un paraíso ni el jueves realmente en un infierno. ¿Dónde estamos, pues? En términos de deuda, excluido el jueves gris, no cabe dudar de que la deuda española vive un buen momento, que ha permitido a las Comunidades Autónomas acudir al mercado y emitir en el primer cuatrimestre de 2014 prácticamente las tres cuartas partes del endeudamiento al que están autorizadas para todo este año. El Estado y las empresas también están emitiendo títulos con amplia demanda y a precios moderados.
Impuestos y crecimiento
El rumor griego puede ser visto como un símbolo del problema de fondo, no porque fuera cierto sino porque era verosímil. Esta verosimilitud apunta a la interrelación entre dos factores potencialmente muy peligrosos: la deuda y el crecimiento. En efecto, podemos estar ante una nueva burbuja de crédito, y la situación será tanto más complicada cuanto menos crecimiento haya.
Dejando aparte las disquisiciones académicas, los inversores sospechan que existe una relación entre más presión fiscal y menos crecimiento, y tienen asimismo una larga y dolorosa experiencia de que los gobiernos de todo color tienden a “resolver” los contratiempos de sus Haciendas públicas a costa del contribuyente. Por lo tanto, están atentos a cualquier lado de la ecuación donde puedan saltar las alarmas. No descartemos, pues, otros jueves agitados, aunque confiemos que sean siempre grises.
(Artículo publicado en La Razón.)