Me ha gustado la entrevista de Pablo Scarpellini al famoso actor español Javier Bardem en Papel, el dominical de El Mundo. Hay un par de prodigiosas zancadillas que Bardem propina a los camelos de la progresía.
Se han hartado de hablar mal de Estados Unidos, del capitalismo y el mercado. Pues bien, esto afirma Bardem: “Lo que ofrece el mercado americano como ningún otro es la oportunidad. Aquí si vales, vales. Si vienes a un casting y lo haces bien, te llevas el papel. Y eso no se puede decir en todos los lados”.
Recordemos quién está hablando: Javier Bardem. En efecto, la diferencia del mercado americano con los demás, y en particular en el mercado del cine, es la libertad, es decir, la competencia de trabajadores y empresarios, y la relativa ausencia de la intervención política y legislativa. Y el resultado es que hay oportunidades y que las aprovechan los mejores. “Si vales, vales”. Esto es simplemente una verdad como una catedral: si en vez del mercado americano venimos al nuestro, pues resulta que aquí igual lo que cuenta es ser amiguito del partido político de turno, que maneja las subvenciones, y entonces el que sale adelante puede no ser el que valga, que es lo que sucede en el mercado libre. Lo dice Bardem, que no es sospechoso de liberal.
Y como no es sospechoso de liberal, no se pierda usted esta otra joya. Habla de los impuestos al cine, y pone a parir al Gobierno, lo que me parece muy bien. Pero la clave es su razonamiento económico: “Detrás de los cinco o seis nombres de cartel, entre los cuales me incluyo, y a los cuales ese 21% no nos afecta, hay familias a las que realmente sí les está golpeando, gente que trabaja en el cine, en sastrería, peluquería y demás, y que no tienen trabajo por este panorama”.
Esto es otra verdad como una catedral: la fiscalidad reduce la actividad económica y perjudica especialmente a los trabajadores más modestos. Que no lo digo yo, que lo dice Javier Bardem, que es un progresista ejemplar. Pero se puede perfectamente ser progresista y darse cuenta de las cosas. Y Bardem se dio cuenta de esta verdad luminosa: cuando los políticos nos aseguran que van a subir los impuestos por el bien del pueblo mienten como bellacos. Si suben los impuestos frenan la creación de riqueza y empleo. Y no los frenan de cualquier manera, sino que castigan en especial a la gente más pobre.
Y esto, que es verdad, y que lo dice un progresista paradigmático, no puede ser verdad sólo para el cine. Tiene que ser verdad para todas las actividades económicas. Subir los impuestos, por lo tanto, es castigar a los más pobres. Hala, a ver qué progresista nos ha dado con sus declaraciones más alegrías a los liberales en los últimos tiempos que Javier Bardem. ¡Olé!