Como casi todo en la vida, al menos desde que Esopo descubrió que la lengua es lo mejor del mundo y también lo peor, la memoria tiene dos caras. La corrección política, pueril y letal, nos asegura que conviene recordarlo todo siempre, algo que no es evidente (véase «Riesgos de la memoria histórica»). Lo ilustra la penúltima novela de Kazuo Ishiguro, El gigante enterrado, publicada por Anagrama, como toda la obra del Nobel británico de origen japonés.