He leído el libro de J.D. Vance, Hillbilly, una elegía rural. Memorias de una familia y una cultura en crisis, que publica Deusto, y he comprendido por qué ha estado desde su aparición en la lista de los best-sellers en Estados Unidos. La obra ha sido citada incluso como explicación del triunfo de Donald Trump, porque habla de los problemas de la clase trabajadora blanca. Dice el autor: “Me identifico con los millones de americanos blancos de clase trabajadora y de ascendencia escocesa e irlandesa que no tienen un título universitario. Para esa gente, la pobreza es una tradición familiar: sus antepasados fueron jornaleros en la economía esclavista del Sur, después de eso aparceros, después de eso mineros del carbón, y en tiempos más recientes maquinistas y empleados de acerías. Los estadounidenses los llaman hillbilies, rednecks o basura blanca. Yo los llamo vecinos, amigos y familia”.
Esa es la historia que cuenta Vance, la historia de su propia familia en Middletown, Ohio, que a primera vista no puede ser más desoladora, con un padre ausente, un abuelo alcohólico y una madre drogadicta con una sucesión interminable de parejas. Los llamados “valores de los Apalaches” integran una propensión notable hacia la violencia verbal y física. Y, sin embargo, el mensaje global del libro es un mensaje de superación, un mensaje que apunta a que, a pesar de todo, y es un “todo” con aspectos terribles, el sueño americano sigue vivo. Esto es posiblemente lo que ha provocado más irritación en intelectuales y periodistas de izquierdas, que han acusado a Vance de racismo y de desprecio a los pobres, pero no hay nada de eso. Más bien, hay comprensión hacia su gente más desdichada y aprecio por los valores buenos de los Apalaches, como la lealtad, y el amor a la familia y a la patria.
En las condiciones más hostiles, Vance sale adelante. Le ayudan sus abuelos, en especial su potente abuela, y su abuelo apunta el futuro: “Tu generación se ganará la vida con la cabeza, no con las manos”. Es lo que sucede, y Vance, que está lejísimos de ser un joven rico, llega a graduarse como abogado en una de las mejores universidades del país, y del mundo: Yale.
Esta es la solución: el esfuerzo y el mérito personal, y no la protección política, contra la cual hay comentarios muy desdeñosos, en especial por parte de los trabajadores, como el autor, que ven cómo el Estado de bienestar no ayuda a los realmente necesitados, sino que promueve la irresponsabilidad.
Entre esos comentarios y el respaldo a la familia, se comprende que muchos políticamente correctos abominen de J.D.Vance, de su libro y de sus ideas. Pero, por decirlo en términos del populismo de Podemos, harían mejor en pensar en “la gente”, que igual acaba por no votar lo que le dicen los periodistas, y por rechazar el famoso Welfare al que tanto santifican tantos, y con tanto más entusiasmo cuanto menos lo usan.