Eduardo Fernández Luiña, investigador de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, ha publicado en el Instituto Juan de Mariana: Los movimientos populistas. Mitos y realidades (https://goo.gl/x9Ufxr). Su ensayo subraya que el populismo no surge como consecuencia de ningún sistema político opresivo; no expresa la voluntad de los excluidos; no nace necesariamente de partidos, pero culmina en partidos fuertes; no existe sólo en América Latina o en el sur de Europa; y no es exclusivamente de extrema izquierda.
La estrategia populista gira en torno a un líder carismático que procura fusionarse con un pueblo abstracto: los de abajo, la gente, el 99 %, etc. “Dicha fusión entre líder y pueblo se instrumentalizará, gracias a un discurso agresivo y totalizante, para concentrar y centralizar poder en el Ejecutivo, con lo que la división de poderes existente en el Estado liberal queda erosionada”.
Una de las ideas más inquietantes del populismo es que el pueblo se “construye”. Para construirlo, como decía Laclau, se requiere “el pasaje de demandas aisladas, heterogéneas, a una demanda global que implica la formación de fronteras políticas y la construcción discursiva del poder como fuerza antagónica”.
El profesor Fernández Luiña analiza el caso concreto de Podemos: “En el discurso de la élite de este nuevo partido se observa un evidente culto al Estado como actor regulador y el odio a los derechos y libertades individuales. Pero es que, además, gran parte de la élite política involucrada en la organización ha cooperado y recibido fondos de regímenes abiertamente populistas como el venezolano. Todo ello, el pasado asociado a los movimientos políticos de la tercera ola populista y el presente, plagado de declaraciones liberticidas y en algunos casos protoautoritarias, deberían motivar nuestra sospecha con relación a las intenciones de Podemos”.
Mientras se llenan la boca con palabras como participación, deliberación, decidir colectivamente, en la realidad lo que hacen los jefes podemitas es montar una férrea oligarquía: “Mandan mucho y lo disimulan adecuadamente. Controlan la organización verticalmente, al mejor estilo leninista, sin voces críticas de naturaleza endógena”. Igual el enfrentamiento Iglesias/Errejón les sirve para aparentar polifonía, como cuando unos van a celebrar la Constitución mientras Iglesias pasea por la Casa de Campo…
Tras señalar el estatismo y la profunda irresponsabilidad económica de Podemos, el doctor Eduardo Fernández Luiña resume el peligro de que los engaños de los populistas los impulsen a la toma total del poder: “Los líderes de Podemos quieren modificar completamente la arquitectura institucional del Estado y lo quieren hacer a su manera. Aprovecharán la defensa del pluralismo -ya lo han hecho- para ascender y, una vez arriba, en el poder, limitarán en cuanto puedan las opciones y los derechos y libertades básicos asociados al individuo. Si esto tiene lugar, será muy costoso en tiempo, dinero y esfuerzo intelectual revertir la situación y volver a una poliarquía liberal-democrática que para mal o para bien ha funcionado en España durante los últimos 38 años. Thomas Jefferson señaló que «el precio de la libertad es la eterna vigilancia». Hoy más que nunca, como liberales, nos toca vigilar”.