Se ha dicho que Fagor revela la crisis de la industria y del cooperativismo. Su golpe a la industria vasca auxiliar es claro, pero la industria en general no ha colapsado. En España, como en Europa y Estados Unidos, la producción industrial está aumentando, al revés de lo que muchos piensan, y los mayores salarios en los países emergentes, más la tecnología, llevan en muchos países desarrollados a la reversión del proceso de deslocalización industrial, que tantos creían irreversible.
De tal manera que hay empresas industriales españoles que, en un contexto de aguda contracción de la demanda interna, están consiguiendo producir más y exportar más, en una dinámica de internacionalización que, por cierto, también emprendió la Corporación Mondragón, con más de 80.000 trabajadores, y que está presente en más de una veintena de países, con un centenar de plantas fuera de España.
¿Representa Fagor la crisis del cooperativismo? Podría parecerlo: de las más de 250 empresas de la Corporación, la mitad son cooperativas. El grupo es un referente mundial del cooperativismo. Pero este movimiento es un minoritario, posiblemente porque sus ventajas no superan a sus inconvenientes, empezando porque los trabajadores prefieren en su mayoría ser eso mismo, y no ser propietarios de las empresas, como les sucede a los cooperativistas. Esto hace que, aunque, por ejemplo, las cooperativas gocen de una fiscalidad menor que el resto de las sociedades, y protejan a sus socios (reubicando y prejubilando a la mayoría de la plantilla de Fagor Electrodomésticos), por otro lado afrontan más dificultades a la hora de ajustarse a la demanda, que posiblemente haya retrasado en el caso de Fagor la necesaria decisión de los despidos. La gran herida cooperativa se produciría si la crisis obviamente existente, la de Fagor (nótese, el único fabricante español de electrodomésticos de línea blanca), desencadena el naufragio de todo el Grupo Mondragón.
Esa crisis crucial es hoy una incógnita. Ya apuntamos que Mondragón es más grande que Fagor, e incluye tres divisiones: la industrial, la financiera, y la de distribución. En estas dos últimas también hay dificultades, de Caja Laboral por un lado y Eroski por otro.
Un contexto de caída del consumo doméstico, y de un grave problema de endeudamiento (como tantas otras empresas, mientras los bancos centrales que desataron la ola se ponen de perfil), sumado a una falta de flexibilidad para ajustarse, se ha llevado por delante un emblema industrial como Fagor. Pero no es el fin de la industria, ni del cooperativismo. Y no está claro que lo sea del Grupo Mondragón, aunque atraviesa incuestionablemente la situación más peligrosa de su historia.
(Artículo publicado en La Razón.)