Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, despliega iniciativas económicas extrañas. Si tiene éxito y logra aplicarlas, los resultados serán los contrarios a los esperados. Su objetivo es apropiarse políticamente del beneficio de los éxitos y hacerle pagar a usted el coste de los fracasos. Esto es difícil, pero no imposible.
El Gobierno declara que aspira a expandir el Estado para amparar a quienes necesitan su ayuda, es decir, el camelo socialista fundamental, que confunde a la Madre Teresa de Calcuta con la Agencia Tributaria.
Pero no se puede financiar el Estado sin usurpar bienes y derechos de la mayoría del pueblo. De ahí lo crucial que resulta la mentira. Por ejemplo, Warren y sus secuaces insisten en la necesidad de aprobar el Presupuesto, porque de él se derivan copiosos regalos “sociales”. Es mentira, porque los regalos serán pagados por la misma sociedad que pretenden amparar.
A veces la propaganda mezcla objetivos. El Gobierno empobrecerá a millones de trabajadoras encareciéndoles el diésel, pero intentará engañarlas para que lo acepten en aras del medio ambiente. Perseguirá a los pobres y subvencionará a los ricos para que se compren coches eléctricos: comprenderá usted que tiene que esforzarse mucho para que la población no siga votando como en Andalucía.
El juego consiste en mantenerse en la Moncloa y potenciar allí su horizonte electoral. Cueste lo que cueste. El aumento del salario mínimo castigará a las mujeres jóvenes, más mayores y con menos formación, pero se venderá como progresista. Lo mismo sucederá con la contrarreforma laboral, que por su mayor rigidez aumentará el paro pero será presentado como progresista —véase la pelea con los empresarios, ardid para jugar la baza izquierdista contra Podemos.
Warren se presenta como el valedor de los pensionistas, cuando contribuirá a la insostenibilidad del sistema por el aumento del gasto, como señaló LA RAZÓN. Es crucial que los fracasos que genera su política puedan ser eludidos por Warren. Digamos, los males de las pensiones se verán en unos años. El Gobierno procurará que las trabajadoras que se queden sin empleo por la política de persecución del coche (ya se están frenando las ventas y se frenarán más el año próximo) no piensen en los socialistas como responsables. Y lo mismo intentarán cuando la política delirante de restringir la oferta y aumentar la demanda desemboque en un inevitable aumento de los alquileres.
Claro que todas estas maniobras pueden salir mal. Se puede jugar al ecologista y proclamar el odio a los toros y la caza, pero igual cientos de miles de ciudadanas pasan a engrosar los apoyos del PP o Vox, hartas ya de tanta mendacidad. Las trabajadoras pueden percibir que sus males no son resueltos por la izquierda sino causados por ella. Pero la victoria saluda a los audaces, y Warren Sánchez lo es. Sólo un osado podría urdir esta trama caleidoscópica de ficciones descaradas.
Nos vemos en el hall del teatro.