Los datos del paro registrado conocidos ayer fueron muy malos, como era de esperar. Y, también como era de esperar, se nos asegura que resolveremos el problema con más Estado, más intervención y más impuestos.
Ante la objeción de que eso no mejora el empleo, un argumento socorrido es: lo hace todo el mundo. Así, Josep Borrell, entrevistado por Carlos Alsina en “Más de Uno” en Onda Cero, apuntó que están nacionalizando empresas los británicos o los estadounidenses, “que no son chavistas”. Y el líder de CC OO, Unai Sordo, repitió aquí en La Razón la idea: “Alemania ha movido más recursos y nadie les llama bolcheviques”.
La idea es tranquilizar a los ciudadanos, anestesiándolos para que no reaccionen ante el nuevo saqueo que se está preparando que combinará en proporciones aún desconocidas unas subidas de impuestos con recortes del gasto, incluidas las pensiones, como informó ayer nuestro periódico. Habrá que ver cómo reaccionan las huestes progresistas, tan acostumbradas a demonizar la austeridad, cuando le toque acometerla a un Gobierno amigo.
La izquierda, con todo, está feliz porque, con su habitual sesgo de confirmación, cree que la expansión del Estado, es necesaria y no hay otra opción. Como muchas empresas, supuestamente liberales, piden protección al Estado, les parece un gesto enternecedor que prueba la indispensabilidad de la coacción.
Y mientras aseguran que no son comunistas, y que solo quieren “entrar en el accionariado” de las empresas de manera temporal, eluden la cuestión de quién va a pagar todo esto, o engañan sugiriendo que habrá pocas víctimas del fisco. Dijo en nuestro periódico Pepe Álvarez, de UGT: “Las empresas con beneficios escandalosos tendrán que aportar más”. ¿Sólo esas? ¿Solo van a subir los impuestos de las empresas con beneficios “escandalosos”? No se lo cree ni el.
Sea como fuere, no se piensa en liberalizar el mercado de trabajo, para que no haya parados, sino en lo contrario: en aumentar los impuestos para subsidiar a los parados. La ficción primigenia es que hay que proteger a los desempleados con más gasto público y más impuestos. He visto que bastantes seguidores de mi cuenta de twitter (@rodriguezbraun) celebran este recorte de libertades. Uno de ellos incluso razonó sobre su conveniencia laboral, y me dijo con sarcasmo: “no extender el Estado y mandar al contribuyente al paro, a lo mejor, no es una idea brillante en esta época”. Buen resumen de la vieja falacia que considera el Estado como el maná, que brota gratis de las generosas manos de Dios, Nuestro Señor.
La cosa cambia, por supuesto, si percibimos que el Estado no es gratis, que nunca podrá financiarse en las dimensiones actuales sin expropiar a la masa del pueblo, y que su intervención puede promover el mismo paro que dice aliviar.