Los Estados se presentan como amigos de la familia, a la que aprecian y ayudan. Pero las cosas no siempre son lo que parecen, y de ahí que me atreva a recomendarle un reciente libro editado por Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla, y titular de la cátedra Balbuena de la Rosa de Estudios sobre la Familia: El Estado como rival de la familia, Madrid, CEU Ediciones, 2015, con prólogo de Juan Pérez Alhama.
Alejandro Macarrón, experto en asuntos relativos a la población, habla de “Crisis demográfica y ambivalencia estatal frente a la familia”. El economista Oscar Vara, en su ensayo “El Estado y la familia en las sociedades modernas”, condena el relativismo de nuestro tiempo que promueve una supuesta independización de la persona que realmente “le ata inexorablemente al Estado”. En una línea parecida argumenta Elio A. Gallego, director del Instituto de Estudios de la Familia de la Universidad CEU San Pablo, en su trabajo titulado: “Estado del bienestar y disolución familiar”. María del Carmen Meléndez Arias y Gerardo Hernández Rodríguez se ocupan de: “El Estado y la familia ante la protección del mayor”, y quien esto escribe analiza “Por qué el Estado desconfía de la familia y la religión”.
Por fin, el propio profesor Contreras concluye con acierto que los padres no necesitan “tanto estímulo económico como reconocimiento cultural: prestigio, gratitud, revalorización de la función parental”.
(Artículo publicado en La Razón.)