Hace un tiempo este titular de El País atrajo mi atención: “Derechos educativos a golpe de caridad”; el subtítulo era: “la propuesta de apadrinar alumnos sin recursos divide a la Universidad”. Está la consigna progresista de enfrentar “derechos” como cosa buena, contra “caridad” como cosa mala. Es decir, enfrentar la coacción sobre la comunidad, como cosa buena, contra la libertad de cooperación social, como cosa mala.
Y después está la clásica colectivización: “la Universidad” está dividida; ¿cómo lo sabe? Y ¿por cuánto está dividida? Estos trucos suelen servir para disfrazar consignas políticas. En este caso, y a propósito de la propuesta de creación de una bolsa de donantes para financiar a estudiantes con pocos recursos, los que estaban divididos eran los rectores, “por la confusión que puede crearse entre solidaridad y derecho a la educación”. Por supuesto, no les afectaba la confusión que pudiera crearse entre derecho y libertad de disponer de los bienes.
Y, otra vez la colectivización, el artículo concluía: “Los estudiantes lo tienen caro: ‘Que apadrine el Estado’”. Son “los estudiantes”. Vamos, todos. Pero el Estado no puede apadrinar a nadie, el Estado no puede ayudar, porque todo lo que gasta se lo ha quitado antes por la fuerza a alguna persona. Es decir, lo que “los estudiantes” tienen claro es que no desean que la gente entregue voluntariamente su dinero para ayudar a las personas desfavorecidas. Quieren que el Estado se lo quite.
(Artículo publicado en La Razón.)