Las autoridades fueron las principales responsables de la crisis, por sus políticas expansivas, y porque, al revés de lo que nos han contado, nunca hubo una etapa de frenesí liberal, como sabe cualquiera que haya pagado impuestos en el último cuarto de siglo.
Si numerosos empresarios cometieron gruesos errores en sus deudas e inversiones, es absurdo concentrar en ellos la responsabilidad, ignorando el abaratamiento artificial de los tipos de interés, orquestado por los bancos centrales.
Y cuando la economía empezó a crecer, no lo hizo por la acción de los gobernantes, que a menudo conspiraron contra la recuperación, subiendo los impuestos, sino por el doloroso ajuste que realizó el sector privado de la economía, no el público.
Las víctimas de la política fueron los empresarios que debieron cerrar sus puertas, junto con los trabajadores, también inocentes, que perdieron su empleo. Empresarios y trabajadores acometieron un doloroso ajuste que, superando los obstáculos erigidos por los gobernantes, ha permitido a España volver a crecer. La tarea fue realizada aquí y en el exterior, porque nuestros empresarios se internacionalizaron como nunca.
La evolución de las empresas españolas en estos 25 años permite desmontar el camelo de que no tenemos empresarios audaces e innovadores, y asignar los méritos económicos con justicia.