Las reivindicaciones laborales han incorporado una nueva dimensión: cuando hay elecciones, los partidos políticos disputan sus herencias respectivas en términos de la tasa de paro que había cuando ganaron o perdieron las elecciones anteriores y la que hay en cada nueva convocatoria electoral.
De esta forma, para el gobierno de Mariano Rajoy es sumamente importante presentarse ante sus votantes y posibles votantes en las elecciones municipales, autonómicas, y generales pudiendo alegar que el paro es inferior al que «heredó». A tenor de la buena evolución conocida de las estadísticas de empleo, y de las mejores expectativas para el futuro, todo sugiere que, efectivamente, podrá hacerlo así.
Asunto diferente es la distribución y entidad de los méritos. Ante todo, la identificación entre tasas de paro y herencias es confusa, por cuatro razones. En primer lugar, todos los gobernantes aducen que todo lo bueno es su legado y todo lo malo es herencia ajena, estrategia tan comprensible y generalizada como escasamente rigurosa. En segundo lugar, porque en la política actual el intervencionismo es tan profundo y profuso que cualquier dato de la realidad se verá influido por numerosas acciones políticas cuyas direcciones son diferentes y a veces contradictorias, con lo cual resulta imposible determinar exactamente qué dejan en herencia los gobernantes a sus súbditos.
En tercer lugar, la confusión se ve potenciada por la propia noción de “herencia”, que transmite la idea de que los gobiernos tienen cosas que nos legan, cuando no es así: los propietarios somos los ciudadanos, no los políticos.
Y, por fin, en cuarto lugar, la idea de que los gobernantes legan a los ciudadanos oscurece el protagonismo y por tanto el mérito fundamental de la sociedad civil. En efecto, los buenos datos de empleo derivan esencialmente del doloroso ajuste que llevaron a cabo trabajadores y empresarios: son ellos los exangües propietarios, testadores y legatarios, y los verdaderos acreedores de todos los homenajes. Como es sabido, no se presentan a las elecciones.
(Artículo publicado en La Razón.)