Apuntamos la semana pasada que el fantasma de la deflación no es más que eso. Las autoridades controlan el dinero desde hace milenios, y en el siglo XX se las ingeniaron para aumentar ese control al máximo, desbaratando dos últimas barreras: en los años 1930 acabaron con el patrón oro, y el 15 de agosto de 1971 Richard Nixon desvinculó al dólar del oro: nunca más habría un sistema monetario internacional con un ancla objetiva; ese día terminó el que había nacido en 1944 en Bretton Woods, que comportaba el compromiso de Estados Unidos de mantener un tipo de cambio fijo de 35 dólares por onza.
Si uno no quiere remontarse hasta la moneda de vellón en la España del siglo XVI, o rastrear las tropelías que perpetraron los poderosos con el dinero mucho antes, no hay más que seguir la cotización del oro desde 1971 para entender que las probabilidades de que aumente de modo considerable y perdurable el valor del dinero que emiten las autoridades, que eso es la deflación, no son, por decirlo suavemente, considerables.
Antes de ayer el INE corrigió el dato adelantado del IPC de marzo, y no hacia abajo, pasándolo del -0,2% al definitivo -0,1% con respecto a marzo de 2013. En tasa intermensual los precios subieron un 0,2 % con respecto a febrero. Es un ritmo moderado de evolución de los precios, pero nada indica que vaya a precipitarse por la pendiente deflacionaria. Los expertos del FMI hablando de España como el país con el “riesgo más elevado” de caer en deflación han de ser ponderados conforme a sus condicionamientos políticos y a los aciertos históricos de sus pronósticos.
Dos notas finales. Una es que se está empezando a notar la ola de liquidez, entre las operaciones corporativas y el triunfal regreso a los mercados de deuda de quien era hasta hace nada el mayor apestado de Europa: Grecia. Y la otra es que la opinión pública está siendo preparada para que, aterrorizada ante los supuestos daños de la deflación, dé la bienvenida a una inflación que nos prometerán que será siempre pequeña. No sabemos si lo será o no, pero sí sabemos que beneficiará sobre todo a quien más haya incrementado su endeudamiento en euros nominales. En efecto, a las autoridades.
(Artículo publicado en La Razón.)