Las encuestas siguen augurando una victoria de los conservadores en las elecciones del Reino Unido del próximo 12 de diciembre. Pero mientras nos preparamos aquí en España para un posible Gobierno de izquierdas, conviene analizar lo que ha sucedido en la izquierda británica, por si pudiera constituir un espejo para nuestros progresistas.
¿Recuerda usted a Tony Blair? Bueno, pues, imagínese exactamente lo contrario, y acertará. El candidato laborista, Jeremy Corbyn, ha optado por regresar a las esencias más radicales del partido.
Esto es un resumen de lo que propone: subir los impuestos de sociedades y patrimonio; nacionalizar empresas en sectores como el correo, las telecomunicaciones, el agua, el ferrocarril; un nuevo tributo sobre las multinacionales; gravar las rentas del capital al mismo tipo que las del trabajo; aumentar el impuesto de sucesiones; introducir un nuevo impuesto sobre las segundas viviendas; aumento del salario mínimo; control de los alquileres; aumento de las viviendas sociales; obligar a las escuelas privadas a pagar IVA; semana laboral de 32 horas, sin pérdida salarial, y con más festivos; expropiar a las empresas un 10 por ciento del capital, para que esté en manos de los trabajadores, que no podrán cobrar un dividendo mayor a 500 libras por año, si les toca más irá a un fondo para aprendices.
Corbyn plantea un gran aumento del gasto público, e insiste en que se financiará crujiendo solo a los ricos, de modo tal que el 95 % de los ciudadanos no pagarán más impuestos, porque los progresistas sólo atacarán a “los evasores, los malos patronos y los grandes contaminadores”. Denunció a las acaudaladas élites que controlan los medios de comunicación, “que inventan cosas sobre nosotros”, y prometió “una auditoría del impacto del legado colonial de Gran Bretaña”.
Si pudiera llevarse a la práctica, las consecuencias económicas del proyecto laborista serían nefastas para la gente corriente, con más pobreza y más paro, y con mucho más poder en manos de los políticos, los burócratas y los sindicalistas. Sin embargo, este delirio progresista cuenta con el respaldo del 30 % de los ciudadanos del Reino Unido, aunque el 42 % votarían a Boris Johnson, según informó ayer “The Guardian”.
Este fenómeno de radicalización también se refleja en el ala izquierda del Partido Demócrata en Estados Unidos. ¿Y en España? Si revisamos el plan laborista que acabo de sintetizar, comprobaremos que la retórica es muy parecida, y que las propuestas en bastantes casos coinciden.
Siempre podrá usted replicar que los británicos tienen la cuestión del “brexit”, por un lado, y menos restricciones por parte de la Unión Europea del euro, por el otro. Y es verdad. Pero lo que digo no es que Sánchez sea Corbyn, sino que los aires demagógicos pseudo-progresistas, y las propuestas cada vez más antiliberales, no son en absoluto un territorio reservado a la orilla occidental del Canal de la Mancha.