Si la gente vota con el bolsillo: ¿a quién votarán hoy los brasileños?
El país ha padecido la peor recesión de su historia: el PIB per cápita cayó un 10 %. Es verdad que la economía se ha recuperado, pero, según informó el Wall Street Journal, las estimaciones de crecimiento son de un 1,4 % este año y 2,4 % el año próximo. Puede parecer aceptable para un país desarrollado, pero no para uno subdesarrollado. Del mismo modo, la tasa de paro de Brasil, del 12 %, sería baja para España, pero no lo es para la nación latinoamericana.
El déficit público es del 7 % del PIB, y se disparan el gasto en pensiones y la deuda pública, que alcanzó en 2017 el 84 % del PIB, aunque, como subrayó The Economist, esto no significa que el país se encamine hacia un escenario argentino, “porque Brasil tiene una deuda básicamente denominada en su propia moneda y en manos de sus propios ciudadanos”. Pero los mercados no son optimistas porque la estabilización de la deuda requeriría reducir el gasto o incrementar los ingresos un 4 % del PIB.
El panorama económico, por tanto, es inquietante, y no solo para los brasileños: recordemos que varios países, como España, tienen importantes inversiones allí. Ahora bien, como los extranjeros no votan, la incógnita es qué criterios brinda la economía para orientar el voto de los 147 millones de brasileños convocados a la urnas.
No parece que desde la perspectiva económica tenga atractivo electoral el izquierdista Fernando Haddad, que fue alcalde paulista y ministro de Lula, del Partido de los Trabajadores. Y no solo por su programa de izquierdas sino por la responsabilidad de su partido en la desastrosa situación del país, en economía pero también en otros aspectos clave, como la inseguridad o la corrupción.
Entonces, según las encuestas, solo quedaría para la segunda vuelta el diputado populista de derechas Jair Bolsonaro, al parecer empatado con Haddad. ¿Qué cabe decir de sus ideas económicas? Pues que, como las de todos políticos, han cambiado: ahora es menos nacionalista y más liberal, con un mensaje de desregulación, reducción de gastos e impuestos, y privatización de empresas públicas.
Se dirá que la gente no solo vota con el bolsillo sino con muchas otras cosas, que van de las razones a las emociones. Es verdad, pero también es verdad que la política, más que ningún otro ámbito, es el reino del mal menor.