Creo que fue Thomas Sowell quien en una oportunidad mirando el Danubio desde un puente comprobó que casi no era capaz de distinguir en qué sentido fluía el agua. Y entonces pensó: ya sé por qué Europa es rica y África no.
En efecto, aunque algunos europeos puedan fantasear con que ostentan una supremacía histórica, intelectual o racial, acaso la modesta verdad sea que no pasa de ser fluvial. Es notable la cantidad de ríos navegables que atraviesan el continente, desde el Volga hasta el Rin, desde el Sena hasta el Ebro, y desde el Po hasta el Danubio.
En economía hay un célebre ejemplo de un contrafactual que tiene que ver con los ríos. El premio Nobel Robert Fogel, de la Universidad de Chicago, publicó en 1964 su Railroads and American Economic Growth: Essays in Econometric History. Allí desafió una antigua y ampliamente compartida hipótesis que subrayaba la importancia capital de los ferrocarriles para el crecimiento de la economía estadounidense. Y demostró que esa importancia era relativamente pequeña, y que el tren no era indispensable para el desarrollo económico, porque el transporte podría haber sido…fluvial.
Esas facilidades para el transporte son claramente más abundantes en Europa que en África. Cuando hay un gran río navegable, lógicamente, puede haber prosperidad como lo atestigua el caso del Nilo y el Egipto milenario. Y lo mismo valdría para el Éufrates y el Tigris, y para el Ganges y el Yangtsé.
(Artículo publicado en La Razón.)