En una de sus viñetas en El País, El Roto dibuja un hombre que protesta así: “¡Quieren convertir nuestros derechos en beneficencia!”. La habitual demonización de la beneficencia es en realidad la demonización de la libertad, la del acto noble de ayudar al prójimo, que sólo puede ser noble si es libre. En cambio, los famosos “derechos” equivalen a la violación del derecho de otro, y ese otro es sistemáticamente olvidado.
Otra muestra de confusión del gran dibujante se ve en otra viñeta con el título: “El 1 % acumula ya el 50 % de la riqueza”, y un hombre se tapa la cara con las manos y dice: “¡Ya no es desigualdad! ¡Es crimen!”. Evidentemente, no es un crimen. Que alguien tenga más dinero que nosotros sólo es un crimen cuando se trata de un ladrón. Esto se olvida siempre, como se olvida a la institución que puede arrebatarnos los bienes a la fuerza dentro de la ley: el Estado.
Por eso yerra el artista al dibujar un edificio como el Partenón que dice “Wall Street”, con este mensaje: “Tendréis que elegir entre la bolsa o la vida, advirtió el profeta…”. Ningún profeta advierte eso, y desde luego en ningún mercado pasa eso, porque el mercado consiste en la contratación voluntaria. En cambio, los que nos amenazan si no les entregamos el dinero son los ladrones fuera de la ley y los políticos dentro.
Por eso es incorrecto otro dibujo con dos trabajadores en una escalera, y uno lamenta: “Cada vez que liberalizan algo, nos esclavizan un poco más”. Es justo al revés, la esclavitud existió cuando no había liberalizaciones, y fue la expansión del capitalismo y el mercado la que acabó con ella. En nuestro tiempo si hay algo parecido a la esclavitud es el socialismo, no el capitalismo.
Lo olvida El Roto dibujando a Adán y Eva, que dicen: “¡Ya estamos hartos del paraíso terrenal, nos mudamos a un paraíso fiscal!”. Es otro caso de demonización equívoca, porque elude reconocer que no es fácil acceder a esos refugios, razón por la cual sólo una minoría puede hacerlo.
El pensamiento único predica desde púlpitos y cátedras y tribunas sin fin contra una realidad inexistente. El Roto dibuja a un explorador inclinado sobre el suelo, que dice: “Son las huellas de un depredador: zapatos italianos, colonia cara y restos de caviar”. Esto es un claro error, porque los depredares no crean riqueza ni empleo, y quienes producen esos bienes sí.
Un ejemplo extendido de negación de la realidad lo representa el genial Forges, también en El País, dibujando a un jugador que da puntapiés a un balón, que, golpeado y con la cara mustia, piensa: “Jo, parezco el Estado de Bienestar”. El Estado no ha sido reducido de modo apreciable en ninguna parte del mundo. Si fuera cierto, lo habrían notado los sufridos contribuyentes. Pero los contribuyentes casi nunca aparecen en las viñetas.
(Artículo publicado en La Razón.)
Genial repaso a los Ilustres del Pensamiento Único.