En una de sus viñetas de El País, aún más excelente porque carecía de texto, El Roto dibujó a dos hombres separados por una valla, y en vez de cabeza cada uno tenía a su vez la parte superior de una valla. Es el viejo mensaje antiliberal conforme al cual la propiedad privada obstaculiza la comunicación entre los seres humanos. La contrapartida de esta falacia, naturalmente, es la fantasía que atribuye a la ausencia de propiedad el predominio de los mejores sentimientos.
Pero la propiedad no incomunica, sino al revés: la propiedad es el fundamento de las relaciones interpersonales pacíficas, porque es la condición necesaria para los contratos voluntarios. Con razón dicen en inglés: buenas vallas, buenos vecinos, good fences make good neighbours. Ni la teoría ni la práctica demuestran que la inexistencia o aniquilación de la propiedad contribuyan a la convivencia en paz y prosperidad.
Otro ejemplo. Un hombre encorbatado grita a otros dos que llevan modestas gorras: “¡No seáis idiotas, ser honrado es de perdedor!”. Es antigua esta idea, vinculada con la falacia de la suma cero, de que no hay forma de prosperar siendo una persona proba. Sin embargo, la realidad sugiere más bien lo contrario: la honradez es un activo de los seres humanos, no es propio de perdedores, aunque no siempre sea reconocida, mientras que los sinvergüenzas con frecuencia son descubiertos y castigados legalmente, y casi siempre son despreciados.
Hay una excepción, claro, que es algo que rara vez se aborda: la política. Los políticos deshonestos tardan en ser castigados, y a menudo no lo son nunca.
La incomprensión de la política sobresale en una viñeta de Forges con dos de sus personajes. Uno de ellos dice: “La Europa de los bancos, la Europa de las finanzas, la Europa de los ricos, la Europa de las multinacionales, la Europa del capital…tantas Europas y ninguna de ellas nuestra; de los europeos”, y el otro responde: “Pena”.
Asombrosamente, no menciona ni una sola vez a quien de verdad manda sobre los europeos, quien de verdad los oprime, los multa, los controla, los vigila, y les quita el dinero y la libertad de numerosas y variopintas maneras. Desde luego no es el capital,ni las multinacionales. El señor Amancio Ortega no puede quitarnos nada: tiene que ofrecernos algo que nos atraiga, porque si no lo hace no le compramos y él, con todo el poder que tiene, no puede hacer nada por evitarlo. En cambio, el que sí puede es el poder político, que Forges ignora.
Dirá usted: pero los bancos privados han sido ayudados con dinero público. Es verdad, aunque, en primer lugar, en muchos países, como en España, eran “bancos” peculiares, más parecidos a bancos públicos donde mandaban políticos y sus amigos. En segundo lugar ¿quién ha dicho que era imprescindible rescatarlos quitándole el dinero al pueblo? Pues eso, quien manda en Europa: la política.
(Artículo publicado en La Razón.)