El Roto dibuja en El País a un enfermo en su lecho, y un hombre sombrío a su lado, que mira una radiografía y comenta: “Lo suyo no está cubierto por la póliza, pero le podemos tratar de algo más económico”. Es la ficción de que en el mercado, los seguros no lo cubren todo, y que, en cambio, la ausencia del mercado asegura que nos traten de cualquier dolencia, y encima sin pagar. En la misma línea, otra viñeta muestra a un hombre alado y con cuernos de demonio que proclama: “os quitaremos derechos, pero os compensaremos con beneficencia”, como si la coacción fuera edificante y generosa, pero la ayuda solidaria y, por ende, voluntaria, resultara degradante.
Y en el mismo periódico, Forges dibuja unos náufragos en nuestras costas. Uno dice: “Europa es la solución, pero no esta Europa” y otros responde: “nosotros en balsa para que ellos puedan ir de crucero”. Es el dogma Montaigne, la idea de que la riqueza de los ricos causa la pobreza de los pobres. Ahora bien, hay muchas razones por las cuales usted se va de crucero, pero ninguna de ellas tiene que ver con unas personas que se lanzan al mar para llegar a Europa y mejorar su propia condición. Y si tienen que ver con el Estado de bienestar, símbolo de la Europa intervencionista contemporánea, la causalidad es la inversa, porque usted no se va de crucero gracias a dicho Estado sino, precisamente, a su pesar, porque le ha quedado algo de dinero suelto después de pagarle los onerosos impuestos con que usurpa nuestras magras carteras.
(Artículo publicado en La Razón.)