En una viñeta de El Roto en El País una modesta limpiadora dice: “para poder seguir trabajando, me exigen que compre acciones de la empresa que me explota”. Pero ninguna empresa puede forzar a nadie a comprar: ni a los consumidores a que compren sus productos, ni a sus trabajadores a que compren sus acciones, cuyo valor puede esfumarse con el capital de la empresa.
Capital y pérdidas
Nótese que el inversor puede perder todo su capital, pero el trabajador no lo hace prácticamente nunca, porque el capital humano nunca desaparece del todo aunque la empresa en la que se ocupa lo haga. Podría pensar El Roto en lo que sucede cuando no hay empresas, ni comercio, cuando el capitalismo es reemplazado por el socialismo, o el mercado por el Estado. Podría pensar en cómo es la relación entre los individuos y el poder, en qué nos sucede si no le pagamos al Estado, en quién explota a quién en ese caso.
La malvada hipoteca
Eneko dibuja en 20 minutos a un hombre atado con unas esposas a un llavero, y titula la viñeta “la hipoteca”. Es una ficción clásica, que atribuye a nuestras decisiones libres toda clase de defectos que a la postre les arrebatan la libertad; la obvia conclusión es que si no somos libres, entonces no pasa nada con que venga el poder y nos aplique su coerción benéfica en nombre de la comunidad. Pero no somos esclavos cuando nos endeudamos para comprar una casa; lo hacemos libremente porque a cambio de pagar tenemos, precisamente, un bien que las llaves de la viñeta simbolizan: una casa.
(Artículo publicado en La Razón.)