Antonio Garrigues Walker, que ayer presentó su libro España, las otras transiciones, llamó mi atención hacia el poema “Danza de la muerte”, de Federico García Lorca, fechado en diciembre de 1929 e incluido en Poeta en Nueva York. La fecha y el lugar iluminan un texto con abundantes alusiones económicas, no precisamente halagüeñas, como por ejemplo: “De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso/que atraviesa el corazón de todos los niños pobres”, o también: “entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados/ya la Bolsa será una pirámide de musgo”; y en particular: “el director del banco observaba el manómetro/que mide el cruel silencio de la moneda”.
Moneda: silencio y futuro
La retórica anticapitalista es la habitual, pero la metáfora de la moneda y su “cruel silencio” es original y certera. El dinero, en efecto, es el bien líquido paradigmático, es el que con más facilidad puede convertirse en más cosas. De algún modo esa potencialidad está reflejada en la idea del “cruel silencio”, abierto a muchos sonidos posibles. Jorge Luis Borges también tuvo simpatías con el comunismo de muy joven, y en 1917 cantó como tantos otros loas a la Revolución Rusa: “El mar vendrá nadando a esos ejércitos / que envolverán sus torsos / en todas las praderas del continente. / En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta / bayonetas que portan en la punta las mañanas.”. Pero también Borges habló del dinero en una bella metáfora y en el mismo sentido potencial que Lorca. Dijo: “el dinero es puro futuro”.
(Artículo publicado en La Razón.)