El antiliberalismo hegemónico practica un doble truco a propósito de los impuestos. Por un lado, asegura que es bueno subirlos. Y, por otro lado, proclama que no es posible bajarlos.
El cuento más antiguo de la izquierda es que los progresistas benefician a la mayoría con la expansión del gasto público, y solo castigan a una minoría de contribuyentes. Esto, que siempre fue mentira, es en nuestros días una mentira cada vez más difícil de colar.
Los socialistas insisten en el bulo, ahora disfrazado de “lucha contra las desigualdades”, pero la cruda realidad es que les cuesta más convencer al pueblo de que el gasto público es gratis porque lo van a pagar otros.