El ataque progresista contra las trabajadoras adopta crecientemente la forma de hostigamiento del automóvil. Doña Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, declaró que “el diésel tiene los días contados” y que su efecto en la contaminación “es lo suficientemente importante como para ir pensando en un proceso de salida”. El impacto que estas ocurrencias podrían tener sobre millones de trabajadoras no es objeto de la atención de Warren Sánchez y sus secuaces podemitas. Naturalmente, la “salida” que puedan tener esas trabajadoras no les importa. Es más, ya han anunciado que les subirán los impuestos y las empobrecerán más, porque, como tienen coches diésel son unas malvadas contaminadoras.
Todo régimen liberticida busca un ideal colectivo tan plausible como para arrasar con los derechos individuales, y el medio ambiente cumple ese papel para los socialistas de todos los partidos. Con esto revelan habitual soberbia. Hace unos meses vi un cartel en la M-30 con el lema: “Disfruta de una ciudad sin coches”. Me pareció el colmo del elitismo. Pero la campaña contra los coches es así. No solo se empobrecerá a las trabajadoras encareciéndoles el diésel, sino que además no se les permitirá entrar a la ciudad, debiendo aparcar más allá de esa misma M-30. O en Navalcarnero o Aranjuez. O en ningún sitio.
Lógicamente, los ricos que viven en el centro, o que pueden comprarse un carísimo coche eléctrico, ellos serán bienvenidos a la ciudad progresista, que, entre tanto, se ocupará de reducir las calles para dar espacio a kilómetros de carriles bici por donde casi no circulan bicicletas. Porque el objetivo no es promover el ejercicio sino socavar la libertad.
Y obviamente no se disfruta una ciudad sin coches sino con ellos. Lo probó la alcaldesa Carmena, que cogió su coche para moverse por Madrid el Día Sin Coches. Se hicieron bromas, cuando debimos haberla tomado como ejemplo de que sus propias políticas son absurdas.
Y nos aterrorizan con las supuestas evidencias científicas de la terrible contaminación por culpa de los coches cuando, en realidad, debido a las filtraciones del vapor de los combustibles en los depósitos en los automóviles antiguos, un coche moderno en marcha hoy emite menos de lo que emitía un coche de los años 1970 apagado y aparcado. Pero qué más da.