Es un lugar común sostener que la deuda pública se traslada a futuras generaciones, pero las futuras generaciones no son entes que actúan en conjunto, y es cuestionable reducirlas a un “agente representativo”, como hace la teoría económica convencional.
El hacendista norteamericano Richard E. Wagner aborda este problema en su ensayo “James Buchanan’s Public Debt Theory: A Rational Reconstruction” (http://goo.gl/cbUhzh). Parece claro que la deuda plantea un problema ético: ¿por qué van a pagarla unas personas que no pueden decidir sobre ella?
Con ecos de R.Barro y la “equivalencia ricardiana”, Wagner sospecha que no hay tal desplazamiento, y que el gasto público de hoy lo pagamos hoy. La emisión de deuda “representa una transferencia entre los miembros de una generación, no entre generaciones, aunque la transferencia puede poner en marcha transferencias que perduran en el tiempo”.
Es la teoría de la “incidencia oblicua” de Attilio da Empoli, uno de los destacados economistas italianos que influyeron sobre Buchanan. Es como si la deuda pública creara ex novo unos ciudadanos especiales, los tenedores de deuda, que no existen cuando la financiación es exclusivamente impositiva.
Otro economista italiano, Antonio De Viti de Marco, dijo que deuda reemplaza un conjunto de préstamos privados: ante los impuestos, la gente los paga o pide prestado para pagarlos. “En lugar del tipo de interés de mercado, la deuda publica permite a la gente endeudarse al tipo de interés del gobierno”.
(Artículo publicado en La Razón.)
Sigo pensando que son dos cosas distintas. Realmente se dice poco sobre la deuda como camino de financiación respecto a otro tipo de préstamos. Pero con la deuda unos, públicos o privados, deben y otros son acreedores. Y se heredan ambas cosas. Como los préstamos. Y se debe de hablar de equilibrio, en la cuantía y en el tiempo, de las deudas o balances.
Ud. no para.
Ese no para se lo digo porque creo que es un argumento más convincente que el que adujo por el que un liberal se hace funcionario. Un funcionario es bueno si se gana el sueldo. Independientemente de su ideología.
Ja, ja, hay que ganarse el sueldo ¡y antes la plaza!