El domingo consiguió Mauricio Macri unos muy buenos resultados en la Argentina. Tituló La Nación que el presidente “se siente respaldado y ahora apuesta por las reformas”. Si por fin las hace, puede empezar a revertirse la larga decadencia argentina, fruto de casi un siglo de políticas antiliberales.
En La Argentina devorada, el economista José Luis Espert denuncia a políticos, sindicalistas y empresarios, que provocaron esa decadencia mediante el populismo industrialista y un proteccionismo perdurable, arancelario y no arancelario, en contra del sector productivo clásico de la Argentina: la agricultura.
Proclamó la delirante Cristina Kirchner que si por ella fuera “no importaría ni un clavo”. Esto, que la enlaza con fascistas y comunistas, siempre hostiles al libre comercio, fue catastrófico para mi país natal.
Los Kirchner lograron las peores cosechas de trigo de la historia del país y la pérdida de 10 millones de cabezas de ganado. “El populista industrial defiende lo mismo que lo aflige. Se queja de que no somos competitivos –lo cual es cierto–, pero es imposible ser competitivos cerrados al mundo, con un fisco desastroso y sindicatos que son verdaderos señores feudales”.
Entre las habituales críticas al “neoliberalismo”, la presión fiscal medida correctamente, es decir, no sobre el total del PIB sino sobre la economía formal, la que paga impuestos, ha explotado. Pasó del 30,5 % del PIB en 1980 al 48,7 % en 2014. El argentino es de los Estados que más recauda del mundo, al nivel de Dinamarca, cuya economía más que duplica a la argentina.
El gasto público, “pilar de la demagogia argentina”, pasó del 26,3 % del PIB en 1995 al 41,4 % en 2015. Con un déficit perenne, se financió sistemáticamente mediante la expansión monetaria y la consiguiente inflación, con lo que Argentina es de los países que más ha degradado su moneda.
Así, entre una alta informalidad forzada por la onerosa tributación, y unas plantillas públicas hipertrofiadas por el kirchnerismo para disfrazar el desempleo, los argentinos se encuentran empobrecidos por el proteccionismo y explotados por tres corporaciones oligárquicas; concluye Espert: “No podemos pretender tener políticos decentes cuando les damos el enorme poder discrecional y corruptor del actual Estado omnipresente. No podemos pretender tener sindicalistas honestos cuando tienen el enorme poder extorsionador que les otorga la legislación laboral. No podemos tener empresarios competitivos cuando el Estado los protege y esa protección determina que los beneficios están en la ineficiente producción para el mercado interno”.
Veremos qué sucede. Dirá usted que siempre es mejor Macri que la siniestra dinastía Kirchner. Es verdad. Pero no ha hecho esas reformas que ahora promete. Y habrá que ver qué reformas pretende. Para darnos una idea, vuelve a hablarse en la Argentina con enorme admiración de nuestros Pactos de la Moncloa, ampliamente celebrados también entre nosotros, cuando desencadenaron la mayor subida de impuestos de la historia de España. En fin.
He leído el libro de Espert y coincido en el dignóstico, aunque me ha quedado la duda de si los empresarios argentinos, como parte de esta terna nefasta que ha empobrecido al país, no se han visto de alguna manera obligados a asumir el papel que hoy tienen. En otras palabras, las políticas populistas suelen provocar (entre otros muchos males) la desaparición del concepto de largo plazo (sobre todo por destrucción de la seguridad jurídica). El largo plazo desaparece de las fuentes de financiación, de la planificación estratégica de los negocios y finalmente termina desapareciendo de la mente de la sociedad. Es imposible ser competitivo sin fuertes inversiones en tecnología y formación, y es imposible realizar todas esta inversiones sin EL LARGO PLAZO. Que se cuiden los catalanes…
Muchas gracias, estoy de acuerdo. Le puede interesar «The Values of Free Enterprise versus the New Populism in Latin America», aquí:
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