Finalmente, in extremis y de rebote, como informó Jaime V. Echagüe en La Razón, el Ayuntamiento de Madrid sacó adelante los Presupuestos para 2020. Vox se abstuvo, y el empate de votos por un error de Más Madrid permitió la aprobación de las cuentas. La izquierda se enfadó muchísimo, abandonó el pleno y acusó a los demás de toda clase de tropelías. Almeida y Villacís sonreían. Ortega Smith dijo que no podía votar a favor, pero tampoco en contra, y se declaró razonablemente satisfecho con el desenlace. Pero ¿y los contribuyentes madrileños?
Las autoridades municipales subrayan que aliviarán el castigo fiscal de sus súbditos, recortando los impuestos, singularmente el IBI, que bajará del 0,519 % al 0,479 %, y aumentarán algunas bonificaciones. El ahorro fiscal de los madrileños se estima en 90 millones de euros. No es una suma muy considerable, en unos Presupuestos de 5.183 millones.
¿Por qué no bajan más los impuestos? Por una vieja regularidad que a menudo escapa incluso a los supuestos expertos en Hacienda Pública. La fiscalidad está habitualmente cargada de contradicciones, siendo la más importante la siguiente: por regla general, la gente quiere pagar menos impuestos pero a la vez quiere que suba el gasto público. La forma en que los políticos “resuelven” esa contradicción es encargándose ellos mismos de arbitrar una combinación de impuestos y gastos que les maximice su propia rentabilidad política.
Así suele suceder, y ha sucedido en el Ayuntamiento de Madrid. Al mismo tiempo que se vanagloriaban de bajar los impuestos (como hemos visto, bastante poco), se felicitaban efusivamente por los mayores gastos que incorpora el Presupuesto de 2020, y que, como es natural, aumentarán la financiación de capítulos que resultan completamente inobjetables: personas mayores, familias, infancia, inclusión social, infraestructuras, transportes, etc. ¿O acaso no quiere usted que le asfalten su calle?
Una objeción inmediata es que si suben los gastos pero bajan los ingresos, el tándem Almeida-Villacís aumentará irresponsablemente el déficit. Anticipándose a ello, el equipo de Gobierno aclara que los impuestos bajarán pero los ingresos no. Vamos, son diferentes formas de jugar con la curva de Laffer, o, en términos más coloquiales: de jugar al póker y ganar. Con razón, la oposición de izquierdas señaló que este truco puede no funcionar si la recaudación finalmente no crece como se espera. De más está decir que el truco sería aplicado también por la izquierda, que ha recurrido a él con frecuencia en el pasado.
Quien estuvo más claro fue Ortega Smith: “Para poder bajar los impuestos, es necesario reducir el gasto”, y citó los múltiples chiringuitos que, también en Madrid, no sirven al pueblo, aunque sí son eficaces agencias de colocación de militantes de todos los partidos.
Quien no se consuela es porque no quiere: muchos, fuera de Madrid, están peor que los madrileños.