Mientras mantenemos la imagen de África como el paradigma de la pobreza extrema, informó el semanario británico The Economist que desde mediados de los años noventa África ha crecido un 5 % anual de media. La lista de los que crecieron un 5 % o más, y cuya renta per cápita aumentó un 3 % anual o más entre 1995 y 2010 es: Burkina Faso, Etiopía, Mozambique, Ruanda, Tanzania y Uganda. Son países muy diferentes: algunos muy poblados (Etiopía) y otros no (Ruanda). Unos pocos tienen puertos de mar (Mozambique y Tanzania); los demás, no.
Estado y daño
¿Por qué crecieron? Al revés de lo que podría parecer, no lo hicieron gracias a sus recursos minerales o a su petróleo, aunque efectivamente los pudieran aprovechar; pero si esos recursos explicaran la riqueza, muchos países de África y del resto del mundo deberían haber sido ricos siempre. En realidad, la explicación de su prosperidad relativa es modesta y antigua: los gobiernos. Dirá usted: ¡ah, los gobiernos ayudaron! Pues no exactamente, no ayudaron de manera abierta, pero sí hicieron algo de gran importancia: dejaron de causar tanto daño como antes. En efecto, empezaron a controlar la inflación y los (otros) impuestos con los que castigaban a sus súbditos. Disminuyó el mal trato a la empresa privada y dejó de empeorar el clima para los negocios. No se necesita mucho más que eso: que las autoridades dejen de hacer daño, o hagan menos daño que antes. Por cierto, lo que vale para África vale también para España.
(Artículo publicado en La Razón.)