Nada parece más incompatible que el amor con el comunismo, porque el comunismo es el sistema político más criminal jamás conocido. Esta realidad contrasta con La historia de Pingru y Meitang, escrita e ilustrada por su autor y co-protagonista, Rao Pingru, y que acaba de publicar ediciones Salamandra. Es el relato de su vida, y en particular su matrimonio, celebrado en 1948, y que dura hasta la muerte de su mujer, Mao Meitang, sesenta años más tarde.
Dirá usted que es algo habitual. Pero todo transcurre en China. Pingru es un teniente del ejército nacionalista que en 1958, casado y con hijos, es enviado a un campo de trabajos forzados en Anhui, donde permanecería…¡veinte años! También sus hijos fueron enviados a “reeducarse al campo” durante la Revolución Cultural de la siniestra dictadura maoísta.
Lo interesante del caso es que el comunismo es un telón de fondo: no aparece en primer plano casi nunca. Es una historia de amor y fidelidad, que dio la casualidad que se desarrolló bajo una tiranía asesina —y esclavista: los comunistas, que despotrican contra el capitalismo, reintrodujeron la esclavitud, abolida bajo el capitalista siglo XIX.
Hay una sola unión explícita entre el amor y el comunismo. Es cuando unos repugnantes burócratas acuden a ver a Meitang: dado que Pingru está en un campo de concentración, le aconsejan que “rompiera los lazos” con él. Mucho tiempo después, cuando su marido es rehabilitado y finalmente liberado con las reformas de Deng, ella se lo explica con candor: “Si me hubieras sido infiel, habría pedido el divorcio. Pero no eras ni un traidor a la patria, ni un corrupto, ni un ladrón. No habías hecho nada malo. ¿Por qué iba a divorciarme de ti?”.
Y así transcurre este relato, con la misma cariñosa inocencia que revelan los dibujos del autor: todo el esfuerzo de Pingru es contarnos cómo fue su bella historia de amor con Meitang, y las diversas vicisitudes de su familia. Apenas habla del comunismo. En cambio habla muchísimo de comida, desde su preparación hasta su consumo en las diversas etapas que atraviesa su familia, y casi no hay referencias a lo que sucedió bajo la tiranía maoísta: los comunistas mataron a decenas de millones de trabajadores de hambre.
Rao Pingru, casi centenario, porque nació en 1922, sigue viviendo con su familia en Shanghai.