Manuel Chaves, «el bueno de Manolo», como lo llamó Felipe González, tenía gracia hasta en el guiñol que hicieron de él, aprovechando que en un mitin habló de «minolles». Sospecho, empero, que no se equivocó, sino que pretendía distraer al respetable, para que no prestara atención al cortijo progresista y a su fraude de larga data –declaró hace poco Carlos Bustelo, ministro que fue de Adolfo Suárez: «los socialistas se pusieron a robar al día siguiente de llegar a La Moncloa».