Los dislates de la corrección política son denunciados por Robert P. Murphy en su Guía políticamente incorrecta del capitalismo, que publica la Editorial Innisfree con comentarios de Juan Ramón Rallo y prólogo de un servidor.
Murphy denuncia a los patriarcas de la ciencia económica, como Samuelson, que llegó a proclamar que la economía comunista podía funcionar y prosperar …¡y lo afirmó en 1989! Si un premio Nobel de Economía fue capaz de soltar semejante burrada, no resulta extraño que economistas y no economistas desbarren alegando que el socialismo ayuda a los pobres, o que el capitalismo causó la crisis de 1930, o que el “New Deal” de Roosevelt la resolvió, o que las importaciones destruyen empleo, o que el mercado daña el medio ambiente, o que Ronaldo o Messi o Amancio Ortega no se merecen el dinero que ganan.
Subraya Murphy que el empresario no es un mero agente maximizador de la asignación de recursos escasos, sino un dinámico creador de riqueza y una fuente crucial de la sociedad abierta y próspera. Para este libro la libertad de las personas no es un formalismo que deba someterse a prioridades colectivas ni a supuestos “derechos” que el Estado tramposamente presume de extender sobre la base de violar sistemáticamente los derechos y las libertades individuales. Tampoco cae en los embustes antiliberales típicos, como que el mercado es una selva sin reglas, o que el Estado resuelve todos los problemas de forma mágica y gratuita.
(Artículo publicado en La Razón.)