Si el Cid Campeador venció incluso después de muerto, Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, todos los libros, y todos los colchones, quiere regresar a la Moncloa ganando batallas cuando se está yendo. La estrategia será subrayar lo “social”, es decir, engañar a la población asegurándole que Warren y su banda gobiernan en bien de la mayoría, y sin coste alguno para ella.
Como informó Sergio Alonso en LA RAZÓN, el Gobierno obedecerá a los sindicatos, y emprenderá la contrarreforma laboral, en particular la devolución de la primacía al convenio del sector sobre el de empresa, la restauración de la ultraactividad de los convenios. Estas medidas son contrarias a los intereses de las trabajadoras, sobre todo en una coyuntura como la actual, de una cierta desaceleración de la actividad, cuando más necesario resulta tener una economía flexible. La pretendida involución laboral, por el contrario, amenaza con aumentar el paro innecesariamente cuando el ciclo se invierta.
Este hostigamiento a las mujeres trabajadoras es una réplica del resto de las medidas pretendidamente progresistas de las que Warren hace y hará gala, como el aumento del salario mínimo, que impulsará el desempleo entre las trabajadoras menos protegidas. Algo similar hicieron casi todos los partidos en el Pacto de Toledo: a saber, recomendar subir los impuestos a las ciudadanas. Y lo mismo sucede con la macro inversión en trenes: los socialistas quieren comprar el voto de la gente hoy y forzar a la misma gente a pagar mañana.
Abundarán la retórica buenista y las alarmas paralizantes. Por ejemplo, nótese cómo el Gobierno y sus terminales mediáticas insisten en que no quieren hacer tabla rasa con la reforma laboral sino solo con sus “aspectos más lesivos”. Aquí la mentira estriba, por supuesto, en suponer que es la flexibilidad lo que resulta dañosa para las trabajadoras, y no la rigidez que anhela imponer Warren.
En todo este movimiento reaccionario, Warren contará con el apoyo entusiasta de Podemos, que si acaso reclamará un acoso aún más cruel contra la clase trabajadora. Por eso dinamitó el Pacto de Toledo: ningún recorte de libertades y derechos le parecerá nunca suficiente a los ultras.
Lo de las alarmas será utilizado de manera propagandística en este sentido: Warren y sus secuaces de izquierda y ultraizquierda insistirán en lo mucho que podrían haber hecho si se hubieran aprobado los Presupuestos. La pobreza infantil, por ejemplo, es una bandera ilimitada: Pablo Echenique destacó en ello cuando aseguró seriamente que en España hay dos millones de niños desnutridos. Declaraciones irresponsables de este tipo deberían motivar un repaso a las estadísticas —percibir menos que el 60 % de la mediana nacional de ingresos no equivale a la desnutrición. En vez de ello, animan proclamas demagógicas como el sostener que erradicar la pobreza exige aumentar el gasto público, es decir, empobrecer a las trabajadoras con aún más impuestos.
En fin, esperemos que Warren no consiga sus objetivos, y que el pueblo lo señale con las palabras del Cid: “¡Esto han tramado contra mí mis enemigos malvados!”.