Es poco frecuente encontrar una figura del teatro o del cine que sea liberal. Arturo Fernández lo fue, y no porque votara a la derecha, porque en la derecha hay de todo, sino por sus ideas y su conducta. Lo probó en una entrevista que le hizo Marta Robles aquí en LA RAZÓN.
Manifestó una sana desconfianza hacia el poder, y tuvo el valor de meterse con uno de los mantras de la izquierda, la (mal) llamada memoria histórica, de la que afirmó: “Es el peor legado de Rodríguez Zapatero. La historia no puede reescribirse de forma partidista”. Dejando al margen el odio, se apuntó al ejemplo del pueblo español en la transición democrática: “De uno y otro lado, todos tuvieron/tuvimos pérdidas. Mi padre, que era líder de la CNT de Gijón, me dio muchas lecciones de lo inútil que es el rencor”.
Desde el punto de vista económico, su pensamiento fue diáfano en su liberalismo. Atribuyó su éxito a la clave de la economía de mercado, es decir, a servir a los demás: “haber hecho del público mi prioridad. Intentar no defraudarle. Tuve la inmensa suerte, hace ya mucho tiempo, de entender lo que esperaba el público de mí y a ello me dediqué, intentando darles eso: alta comedia. Así, siendo fiel, el público te premia con su fidelidad”.
Y en un mundo tan profunda y profusamente intervenido por la política, don Arturo se mantuvo siempre al margen. Nunca recibió subvenciones porque nunca las pidió: “No creo en ellas. Salvo que se trate de montajes de incuestionable interés general, cuyo coste sea inasumible para la iniciativa privada (léase clásicos con un enorme reparto). Y lo digo yo que puedo presumir de llevar los montajes no musicales más caros de la escena española. Las subvenciones son un semillero de amiguismo, clientelismo político y otros intereses… Además, van en contra del mérito, del esfuerzo y, demasiado a menudo, las aprovechan vagos y vividores del cuento. Me siento muy orgulloso de no haber recibido más subvención que la del público”.
Descanse en paz, don Arturo Fernández, figura liberal del mundo del espectáculo. Igual se extiende su ejemplo, nunca se sabe. Por ejemplo, leí esta declaración de doña Carmen Maura: “No necesitamos cuotas. La discriminación positiva me parece bastante humillante”.