Como en el tango “Por la vuelta”, los argentinos han vuelto a repetir la historia, una historia que desde hace ochenta años ha llevado al país muy lejos de la cabeza de las naciones más prósperas del planeta. Es una historia triste, sin duda, pero, al revés del tango de Enrique Cadícamo, no es una historia inteligente.
Tener economías cerradas, con Estados grandes, una economía informal abultada, y mercados de trabajo intervenidos que conspiran contra la creación de empleo, es una combinación que difícilmente se traduce en riqueza y bienestar.
Mauricio Macri recibió una herencia incuestionablemente onerosa, pero no se atrevió a reformar de verdad el Estado y a liberalizar de verdad la economía. El desenlace ha sido lamentable. La economía argentina languidece, y Macri ha terminado por aplicar las mismas recetas antiliberales del peronismo. Y políticamente, cuatro años después, los kirchneristas, los gobernantes más corruptos de la historia democrática de mi Argentina natal, regresarán a la Casa Rosada en diciembre.
La maniobra kirchnerista consistió en situar a una Fernández en segundo plano, y presentar como candidato presidencial al otro Fernández, que parece ser moderado y no tan rabiosamente enemigo de la libertad como ha solido ser el peronismo desde 1946. ¿Será verdad? Puede ser. Nunca se sabe. Pero los argentinos, por repetir la historia, han vuelto a hacer lo que hacen siempre que creen que vendrán mal dadas: comprar dólares. Y el Gobierno, como siempre que van a venir mal dadas, les pone cada vez más dificultades.