El libro Hablando pronto y mal (Espasa) es la última perla de Amando de Miguel, ese erudito que jamás ha pretendido serlo. Los títulos de los capítulos son jugosos: la lengua es lo único gratis; las palabras las carga el Diablo; la facundia hispana; los ringorrangos del lenguaje; analfabetos funcionales pero locuaces. Y jugosos son sus neologismos: demotizator, el que acerca las cosas al pueblo, y las jergas “politiqués” y “tertulianés”.
Políticos y mercado
Nos invade la economía de mercado, dicen, pero los políticos son un mercado exclusivamente local: el autor subraya que se “importan”, por así decir, toda clase de personas, desde las más modestas hasta las más encumbradas y acaudaladas, pero “prácticamente todos los políticos son autóctonos”. Conozco excepciones: el chileno Mauricio Rojas fue diputado en Suecia, y el gobernador del Banco de Inglaterra es el canadiense Mark Carney.
Algunos países de nuestro entorno…
Hablando de excepciones, es muy progresista hablar de “todos y todas”, pero nunca se habla de parados y paradas, empresarios y empresarias, especuladores y especuladoras, banqueros y banqueras, etc. Lo único que no me ha gustado es la identificación entre ingeniería financiera y hurto o estafa. Pero he disfrutado mucho con el libro y sus análisis de los tópicos políticos, como el clásico “bajaré los impuestos siempre que haya margen para ello”. Ejemplo de la certera ironía de Amando de Miguel: cuando hablamos de “los países de nuestro entorno” ¡nunca nos referimos Portugal, Marruecos o Argelia!
(Artículo publicado en La Razón.)