Con las agencias de ráting pasa lo mismo que con los capitales extranjeros: si venden nuestra deuda son malvados “especuladores” que buscan lucrarse con nuestros pesares, pero si la compran son excelentes “inversores” que reconocen nuestros méritos y apuestan sagazmente por nuestro país. Las agencias de calificación también fueron puestas a caer de un burro, por no haber previsto la crisis, como si hubiesen abundado los que la previeron antes de 2007, y por haber rebajado la calificación de España, en particular desde finales de 2011 y comienzos de 2012, como si las subidas de impuestos de esos años no hubieran estado relacionadas con un posible segundo derrumbe de la actividad económica, que se concretó al poco tiempo, y repitió el perfil de 2009, aunque con menos virulencia.
Frágil crecimiento
La situación actual nos retrotrae a finales de ese año, cuando la economía inició una débil recuperación. En este momento también, con una apreciable demanda de exportaciones y diversos indicadores de actividad y de calidad crediticia que sugieren que lo peor ha quedado atrás. Así, todas las previsiones apuntan a una caída del PIB en 2013 menor que en 2012, y a una recuperación el año próximo. Son buenas noticias, y es lógico que S & P las pondere. También es razonable que se ponga el foco en los riesgos posibles para nuestra economía, en particular si el peso de la deuda sobre el PIB, que ronda el 100 %, no se reduce en los próximos años, tal como esperan S & P y muchos otros, y si la carga de intereses absorbiese más del 10 % de los ingresos públicos. Todo esto depende crucialmente de que el frágil crecimiento inicial se fortalezca, en cuyo caso los estabilizadores que han operado como un círculo vicioso empezarían a hacerlo virtuosamente. El horizonte electoral, que también considera el informe de S & P, resulta ambivalente para esta cuestión. Por un lado, desanima la adopción de reformas económicas con coste político a corto plazo; pero, por otro lado, también desincentiva las subidas de impuestos.
(Artículo publicado en La Razón.)
Las agencias de calificación no son tan malas cuando descalifican al vecino.
Verdad.