Cuando empecé a escribir en La Razón gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero. Después vinieron Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Y aquí sigo, a pesar del Gobierno, a pesar de tres gobiernos.
Procuro abordar el poder en serio y a la vez reírme de él.
Los liberales no transigimos de buen grado con la coacción política y legislativa, porque el fundamento de la libertad no es la forma del poder sino sus límites. Desde el punto de vista liberal da igual que quien suba los impuestos sea de derechas o de izquierdas; simplemente, si lo hace, por cualquier motivo, nos tendrá enfrente. En serio.
Al mismo tiempo, sin embargo, resulta liberalmente higiénico partirse de risa del que manda, como hizo Chaplin con los nazis y los fascistas en El gran dictador. El comunismo ha dado lugar a incontables chistes, que subrayaban la brutalidad del llamado socialismo real. En China, por ejemplo, se decía: “Todo va estupendamente con el presidente Mao. Ahora sólo nos falta comer”. Y en centro Europa, en los países que habían dejado atrás el imperio austrohúngaro para caer bajo la tiranía de Stalin, se comentaba con sarcasmo: “Mejor Francisco José que José”.
Siguiendo la costumbre, desde estas páginas me he tomado a nuestros presidentes en serio y en broma por su antiliberalismo.
A los tres les cambié el nombre. A Zapatero lo llamé Smiley, porque siempre sonreía defendiendo la libertad y atacándola. Aseguró: “bajar los impuestos es de izquierdas”. Después los subió, naturalmente, porque es un socialista y cree en el Estado antes que en la libertad de las mujeres y los hombres. Pero fue gracioso. Por ejemplo, proclamó, y me hice eco de su osadía en estas páginas en 2011: “merece la pena presidir un Gobierno que ha hecho leyes para que seamos más libres”.
Después vino Rajoy, a quien siempre llamé Barbie, porque parecía inofensivo. Aquí corresponde interpolar una nota personal. El director de La Razón, Francisco Marhuenda, tiene una excelente opinión de Rajoy, de quien fue estrecho colaborador. Pues bien, durante los siete años de su presidencia lo critiqué sin cesar, y Paco Marhuenda nunca me planteó ni una sola objeción. Que conste aquí como reconocimiento a su respeto a los colaboradores del periódico.
¿Por qué critiqué a Barbie Rajoy? Pues porque hizo lo mismo que Smiley: dijo que iba a bajar los impuestos y después los subió para defender el Estado, como los socialistas. Ahora afirma que la suya fue una “política para adultos”. No, señor. Fue una política para antiliberales, que llevó adelante el trío calavera de Barbie-Montoro-Guindos, mientras dejaban al PP hecho unos zorros. Porque resulta que a la gente, por extraño que parezca, no le gusta que le metan la mano en el bolsillo.
Por fin, llegó el peor de todos, Sánchez, a quien bauticé como Warren Sánchez, por el mentiroso personaje de Les Luthiers, “el hombre que tiene todas las respuestas”. Superó límites, quebrantó principios, y acometió contra su cartera de usted, señora, con entusiasmo. Fue por ello despellejado en mis columnas. Porque a los liberales nos da lo mismo quién manda y solo nos fijamos en cómo lo hace.
Y esa es mi historia en La Razón, señora. Siempre gracias a la libertad y a pesar del Gobierno. De tres gobiernos. Y a partir de ahora, del cuarto.
(Artículo publicado en el suplemento de La Razón con motivo de su 25º aniversario.)