Mi compañero de La Brújula de Onda Cero, Francisco Chapu Apaolaza, publicó en Libros del K.O. un precioso retrato de los sanfermines titulado, simplemente, 7 de julio.
Todo parece mirar Apaolaza, en especial la pasión que recorre el texto de cabo a rabo: el miedo. Mucha sabiduría tenía su padre cuando lo llevó a correr su primer encierro, subiendo la Cuesta de Santo Domingo, y le advirtió: “Hoy es el día en que menos miedo vas a tener nunca, porque aún no sabes cómo es”.
Desfilan múltiples personajes unidos a la ciudad y al encierro. Todos ayudan a que entendamos lo que allí sucede, y cómo hay que correr mirando hacia atrás, y dónde se corre: “el viaje al centro de la calle me ha tomado una vida entera” porque hay que librar una “guerra monumental contra mi propio instinto y contra las piernas que, en el momento de ver las reses, tienden a huir en tres zancadas hacia la pared”. En los lados hay riesgo de tropezar “y salir despedido hacia los toros. No es un buen negocio, pero acercarse al centro de la calle cuesta, porque el cerebro sabe lo que ocurre cuando caes delante de un toro”.
Chapu nos recorre el encierro, recodos, curvas, bares, tiendas, todo. Y los guiris, que desde Hemingway modifican el encierro: “El 9 de julio de 2014, la tasa de extranjeros llegó a ser del 70 %. Dos tercios de los participantes no habían corrido nunca antes…Para bien o para mal, desde Fiesta, los sanfermines ya no están en manos de los pamploneses”.
O igual es que se hacen pamploneses, y adquieren esa relación especial que tienen allí con los toreros. Cuando Juan José Padilla volvió a torear en Pamplona después de que un toro le arrancara la cara en Zaragoza en 2011, “vio por su único ojo que la mayor parte del tendido de Sol llevaba un parche en la cara como el suyo. Se habían disfrazado de piratas en su honor. En la ciudad en la que el toro es más que un toro, los toreros son más que matadores”.
Desde el Minotauro, tiene muchos siglos la valiosa tradición de los toros. Hasta reyes y papas intentaron extirparla. Esperemos que ahora los progres también fracasen. Viva San Fermín.