Comenté hace tiempo en La Razón, y también aquí en el blog, Los cuentos siniestros, del gran escritor japonés Kobo Abe, que nació en Tokio en 1924 y murió en la misma ciudad en 1993.
Ahora he tenido la oportunidad de leer Historia de las pulgas que viajaron a la luna (y otros cuentos de ficción científica), libro también traducido por el profesor Ryukichi Terao y publicado por la editorial argentina Eterna Cadencia. Explica Gregory Zambrano en el prólogo que Abe prefería ficción científica antes que ciencia ficción “por cuanto sustentaba, de una manera más amplia, las posibilidades de incorporar elementos propios de la ciencia objetiva en el marco de sus lucubraciones e hipótesis”.
Y así, en efecto, sucede en estos relatos extraordinarios. Daré unos pocos ejemplos, sólo para animar al lector a que se lance sobre ellos. No existen los cadáveres vivos, de acuerdo, pero sí los robots, como en el cuento “La invención de R-62”. Hay muchas lagartijas verdes azules, pero ni son extraterrestres, ni hablan, ni conceden deseos, como en “El diablo”. El cine no sólo existe sino que ha progresado considerablemente, aunque aún estamos lejos del “Total Scope/Cine Perfecto”, notable invento en el cual “el espectador no permanece al margen como observador exterior, sino que participa directamente en la historia como protagonista”. Por fin, es sabido que el hombre ha viajado a la luna. ¿Y qué decir de las pulgas? Pues pasen y lean.