Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, obtuvo ayer no todo lo que esperaba, sino más. Mucho más. Obtuvo cuatro grandes éxitos.
El primer éxito ha sido el de derrotar absolutamente a las encuestas. Perdió sin duda las elecciones frente a Albertinho Feijoada, el líder carioca del Partido Popular, que mejoró apreciablemente los resultados del PP, pero cuya Escola do Samba ha resultado claramente menos festiva de lo que todos le auguraban, menos Tezanos, cuya estatua ecuestre habrá de ser inaugurada próximamente.
Por inquietante que parezca, el segundo éxito de Warren ha sido neutralizar lo que se suponía que iba a ser su principal pasivo en estas elecciones generales: la mentira. Se ha subrayado su carácter mendaz, cuando Warren no tuvo otra opción que mentir para gobernar. No sólo no podía haberles dicho a los españoles la verdad antes de las elecciones de 2019, sino que la única posibilidad que tenia de llegar a la Moncloa estribaba en prometer hasta el cansancio que nunca haría lo que debía hacer para alcanzarla. Eso fue lo que hizo, y al día siguiente de las elecciones incumplió sus compromisos. Esto daría pie para reflexionar sobre la inmoralidad de la política, pero eso lo dejaremos para otro día, porque lo incuestionable es que si Warren quería el poder no podía hacer entonces otra cosa que mentir.
Acto seguido se sucedieron numerosas campañas de imagen y de engaño, algunas muy originales, y la mejor, la más osada, fue la intervención de Carmen Calvo. Cuando resultó patente que Warren había mentido, la señora Calvo elaboró la extraordinaria teoría conforme a la cual el Warren de antes de las elecciones y el Warren de después eran ¡dos personas diferentes!
Engañó a los españoles, y los engañó con los enemigos de España. Pero los ciudadanos no le han castigado por ello como la mayoría de los analistas esperábamos, entre otras razones posiblemente por el importante argumento de Cataluña, refrendado por el excelente resultado que, nuevamente, obtuvieron ayer los socialistas catalanes.
El tercer éxito de Warren fue, aunque parezca llamativo, la economía. Es difícil, por supuesto, saber exactamente cómo lo hizo, pero sospecho que tuvo que ver con dos circunstancias. Una es que retrasó los costes de su onerosa gestión. Mientras la oposición denunciaba, con razón, la debilidad del argumentario socialista acerca de lo estupendamente bien que iba la economía española, es razonable pensar que muchos ciudadanos, con toda lógica, no percibieron esos costes, ocultos en un déficit y una deuda que pesarán sobre el futuro, no sobre el presente. La otra circunstancia es que la propia economía española ha mostrado, a pesar de todo, a pesar del Gobierno, una notable resiliencia, con lo cual muchos electores probablemente pensaron que, si las cosas no iban tan mal con Warren, y no iban tan mal como repetía la oposición, igual podían darle al presidente un voto de confianza. Y se lo dieron.
La polarización es el cuarto éxito socialista. No hizo otra cosa que lamentarla, pero al final le ha convenido, porque anoche fue evidente que el voto de confianza que dieron los ciudadanos a la alianza entre PP y Vox a escala autonómica y municipal no se ha reproducido a escala nacional. La campaña del miedo a la derecha, y a su alianza con Vox, esta vez ha funcionado, aunque, paradójicamente, estuvo basada en un pretendido liberalismo extremo que la izquierda endilgó sin cesar a la derecha. Como cualquiera sabe, para desazón de los liberales, ese supuesto liberalismo ni está ni se lo espera.
Lo que nos espera, en cambio, es un futuro político tenso e incierto, donde barajaremos toda suerte de posibilidades, pero entre ellas está un número cuatro, igual que los cuatro éxitos de Warren que acabo de reseñar, y es un número en el que nadie pensaba. Es un número acaso improbable, pero que hoy, asombrosamente, aunque es difícil, no es imposible: que Warren pueda gobernar cuatro años más.
Hemos obviado la que puede ser una de las mayores y más real cuestión, por parecer impensable, en un país occidental y presumiblemente democrático, EL PUCHERAZO.
Siendo posible, no me parece probable.