Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, reaccionó el domingo por la noche de una forma inusual: pestañeó.
Los socialistas ciertamente ganaron las elecciones municipales, autonómicas y europeas, revalidando el triunfo en las generales del mes pasado. Sin embargo, la contención que se dibujaba en los rostros de los dirigentes del PSOE reflejaba lo que, como editorializó ayer EXPANSIÓN, fue una victoria incompleta.
De hecho, donde más aplastante fue el éxito, en las europeas, con un excelente resultado de Josep Borrell (el polo opuesto del de su tocayo madrileño Hernández), es el ámbito que menos importancia reviste para los intereses de Sánchez: su poder en España. El que se haya convertido en un referente de la socialdemocracia europea es motivo de magra satisfacción, porque quien ganó las elecciones fue el Partido Popular Europeo. Se dirá que entre 2014 y 2019 el PPE pasó de 221 eurodiputados a 179, pero los socialdemócratas retrocedieron también, de 191 escaños a 150. Los dos grupos principales del Parlamento Europeo han perdido la mayoría, y los vencedores relativos han sido los liberales, los verdes y los populistas.
Warren es resistente, sin duda, pero la sorpresa vino porque el supuestamente desahuciado Pablo Casado demostró que también lo es, y con mando en una plaza tan simbólica como Madrid. El PP recuperó votos de Vox, y el PSOE de Podemos, siendo Pablo Iglesias unánimemente considerado como el gran perdedor de la noche. Ciudadanos sigue subiendo, y sigue quedándose corto con respecto a los “populares” en puntos importantes de nuestra geografía —es de esperar que tras el fiasco de Valls en Barcelona se haya mitigado su apetito por los experimentos.
A la vez que no cambia de modo apreciable el mapa autonómico y municipal hacia los colores socialistas, Warren se va a encontrar con una situación económica probablemente más delicada, y con unas cuentas públicas con gastos inflados por sus demagógicas promesas electoralistas y con previsiones de ingresos cuestionables.
Por si todo no fuera un conjunto de circunstancias que ameritan pestañeos, Warren comprueba que su principal socio, Podemos, se hunde, lo que a la larga puede no beneficiar tampoco a los socialistas. Además, conviene recordar que se hunde cuando ha sido claramente una voz disparatada en su antiliberalismo. No solo las huestes de Pablo Iglesias han presentado un programa con un aumento desorbitado del gasto público y los impuestos, sino que han terminado demonizando a Amancio Ortega, y proponiendo prohibir la apertura de los comercios los domingos —mientras acusan a todo el mundo de fascistas, en Podemos prueban una y otra vez que son dignos herederos del intervencionismo franquista.
La próxima vez que vea usted a Warren, señora, compruebe si pestañea.