La ética impulsa a ayudar a los pobres y necesitados, y así lo han hecho los seres humanos desde hace milenios. En esa labor han destacado instituciones civiles, sobre todo religiosas, mucho antes de la aparición del Estado moderno. Precisamente, dicho Estado evolucionó hasta alcanzar inéditas cotas de coacción con el benévolo argumento de que ahora sí alguien realmente cuida de los pobres y los desvalidos mejor que como lo había hecho siempre la sociedad civil.