Se ha dicho que Voltaire no puede ser un símbolo del progreso, porque defendía la libertad pero no la igualdad. Sería un liberal burgués, un elitista que rechaza la revolución socialista y no simpatiza con los pobres, como si los revolucionarios no hubiesen sido burgueses ni elitistas, o como si los hubiese caracterizado la amabilidad con los pobres. También se reprocha a Voltaire el haber apoyado la monarquía, como si la clave de la libertad fuera la forma del poder y no sus límites; como si arrasar con las instituciones fuera la receta para progresar.
No era el ilustrado un nostálgico del pasado sino un admirador del presente, y de los esfuerzos que hacemos para mejorar nuestra propia condición, como decía Adam Smith, lector y adepto de Voltaire, a quien conoció en Ginebra.
Voltaire escribió el poema El mundano, un canto a la vida y los placeres: “Yo amo el lujo, el gusto fino/Las artes de toda especie/Los placeres exquisitos,/la limpieza, los adornos;/Y estos sentimientos míos/Los tiene todo hombre honrado”.
Volvería sobre el tema en el poema Defensa del mundano, o apologia del lujo, y en su artículo Sur le luxe et le commerce. Pregunta: “¿Del Tejel, Burdeos y Londres/No veis los buques tan finos/Ir a buscar otros bienes/En Ganges producidos/En cambio de nuestros frutos,/Mientras que en el tiempo mismo/Los sultanes se embriagan/De la Francia con los vinos?”.
Es verdad que elogia a Colbert y a Melon, y tiene ecos de Mandeville: “La vanidad del grande es conveniente/al pobre en varios modos/Y a la industriosa gente/Hace rica el magnífico indolente”. Pero en varios aspectos relevantes es liberal, empezando por el papel unificador y armónico del comercio. Cuando habla del imperio español en América dice: “sus minas de México y Perú, son nuestras, y del mismo modo nuestras manufacturas son españolas”. Y lo más importante es que está alejado de Rousseau porque aprecia la propiedad privada, a la que con acierto asocia a la modernidad y la prosperidad: “Nuestros míseros abuelos/Vivían como unos polllinos,/Sin que ninguno supiera/Lo que era lo tuyo y mío”.
Apoya los inventos y la industria, que con el comercio enriquecen más que las conquistas. Censura a quienes miran con menosprecio a los emprendedores. También aplaude a la persona en su intimidad: Il faut cultiver notre jardin, es la famosa frase de Cándido.
Voltaire fue tolerante y liberal en economía y en todo. Anheló que las gentes tuvieran “horror a la tiranía ejercida sobre las almas, como execran el bandolerismo que arrebata por la fuerza el fruto del trabajo y de la pacífica industria”. Y no tuvo paciencia con los grandes enemigos de libertad: los intelectuales pesimistas. Dijo: “Doy gracias a la sabia Natura/Que, por mi bien, me hizo nacer/En esta edad tan criticada por los doctores”.