Hace treinta años, Alejo Vidal-Quadras me invitó a Barcelona a una reunión de la Fundación Concordia, en la que discutimos sobre impuestos. Allí propuse suprimir las retenciones, un mecanismo diabólico de anestesia fiscal, de forma tal que los ciudadanos fuéramos conscientes de lo que pagamos en impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social. Como se trataba de no retener y de cobrar en bruto, se me ocurrió un bonito título para un artículo: “¿Tú también retienes, Bruto?”.
En las décadas siguientes lo he propuesto una y otra vez, con un éxito fácilmente descriptible, y totalmente esperable. En efecto, por más que el poder se ufane falsamente de practicar la transparencia, y nos exija a todos que seamos realmente transparentes, el fin de las retenciones desencadenaría la mayor revuelta fiscal de la historia. Esa ola de indignación social sería una consecuencia obvia de la transparencia fiscal: imagínese usted lo que sucedería si mañana todos los trabajadores viesen aumentados sus salarios en un 50 por ciento, pero fuesen forzados, al día siguiente de cobrarlos, a acudir personalmente a la Agencia Tributaria y a la Seguridad Social para entregar allí una suma tal que redujera sus multiplicados emolumentos nuevamente a lo que cobran ahora.
Por eso el fin de las retenciones, que ha sugerido Antonio Garamendi la semana pasada, aunque solamente para las cotizaciones sociales que corren a cargo de los empresarios, para que sean los propios trabajadores quienes las abonasen a la Seguridad Social, percatándose así de lo que representa el coste laboral real, no es posible.
Más aún, lo más probable es que siga sucediendo lo contrario, y que la gigantesca campaña de ocultamiento fiscal no sólo prosiga como hasta hoy sino que se profundice –analizamos diversas maniobras de enmascaramiento del fisco en: CRB, M. Blanco y L.D.Ávila, Hacienda somos todos, cariño, Barcelona: Deusto, 2021. Ya estamos viendo señales de por dónde piensa ocultar el poder la presión tributaria: se habla de impuestos europeos o incluso “globales”, más eficaces a la hora de desactivar la protesta popular.
Alejandra Olcese recogió en EXPANSIÓN la airada respuesta de doña Yolanda Díaz a las palabras de Garamendi, al que ordenó, literalmente, “debe comportarse”, porque “las cotizaciones no son limosnas…el sistema público de pensiones es nuestro…lo que dijo ayer solo se entiende porque habla a los que tienen planes de pensiones privados”. Claro que no son limosnas, porque las limosnas son libres, y quien no paga las cotizaciones sociales puede acabar en prisión. El sistema de pensiones no es “nuestro”, sino de los gobernantes. Y hay millones de trabajadores que ahorran en planes de pensiones privados. Igual “su” ministra podría preguntarse por qué.