La excelente miniserie Godless (Netflix), creada y dirigida por Scott Frank, y con un excelente grupo de actores encabezados por Jeff Daniels y Jack O’Connell, es un wéstern que, como muchos de su género, imagina algo parecido al estado de naturaleza, donde unos humanos de bien son abandonados a su suerte ante la amenaza de los malvados. En teoría, todo debería desembocar en la victoria de éstos, y en la lección de que necesitamos renunciar a nuestros derechos y libertades para que el Estado nos proteja. Pero la vida social es más complicada que las teorías que aspiran a explicarla. Y esta serie también.
Corre el año 1884. El salvaje criminal Frank Griffin (Daniels) se lanza con sus forajidos a perseguir a su antiguo protegido, Roy Goode (O’Connell), que le ha disparado en un brazo y ha huido llevándose el botín de un robo que han cometido. Van a confluir todos en un pueblo minero en Nuevo México habitado casi exclusivamente por mujeres, porque los hombres han muerto en la mina en un accidente.
No voy a destripar el final –ahora se dice spoiler– pero hay lo que que suele haber en los wésterns: caballos, ferrocarriles, persecuciones, indios, vaqueros, tiroteos, inmigrantes (nórdicos, en guiño a Ford), amores posibles y sobre todo imposibles, y seres humanos bastante imperfectos, desde el periodista hasta el empresario, pasando por las autoridades y hasta el clérigo, esperado mientras se construye el futuro templo, pero tardío. Y la gente está sola, especialmente las mujeres. Pero no indefensa. Sin la protección de la ley, se apañarán por su cuenta, sentando en la caótica frontera las bases de una futura comunidad con lazos y normas.
La ausencia de Dios aparece sarcásticamente ilustrada en el asesino Griffin, vestido como un predicador y citando falsamente la Biblia cuando es, como escribió Jake Nevins en The Guardian, “literalmente una maldición bíblica”. Advierte a los inmigrantes: “Este es un país sin Dios. Y cuanto antes aceptéis vuestra muerte inevitable, más tiempo viviréis”. Reveladoramente, ese es el demonio que resitúa el papel de Dios en un sitio al parecer caracterizado por su ausencia, porque no hay más vida en un mundo mortal que la muerte del propio Dios. En palabras de Tim Winterstein en The Jagged Word: “No es lo que Dios hace o no hace en un momento dado, si impide esta o aquella enfermedad o muerte física. Es lo que Dios hizo en la Crucifixión, la muerte del Hijo eterno, más que la simple preservación de un mundo agonizante”.
En Godless, efectivamente, no hay Dios ni ley, pero sí la reveladora existencia del Uno y la humana posibilidad de la otra.