Vimos el lunes pasado cómo el famoso novelista italiano decimonónico Alessandro Manzoni describió en Los novios las consecuencias no deseadas del intervencionismo en los mercados, concretamente el caso de la fijación de los precios de los alimentos para impedir que suban ante una escasez.
En el capítulo 28 analiza el impacto sobre el pueblo de este tipo de medidas supuestamente benéficas. Inicialmente pueden dar una sensación gratificante, pero a poco de andar la misma fijación de precios empieza a generar efectos contraproducentes. Si el pan es artificialmente abaratado por las autoridades los consumidores lo compran en grandes cantidades mientras que ese precio bajo desalienta la mayor producción. El resultado es una escasez aún mayor, con lo que el gobierno impone más y más controles, prohibiciones y multas, entrando en una espiral desastrosa. Dice el relato: “Es fácil ver cómo entre aquellas extrañas medidas había una conexión necesaria: cada una era consecuencia inevitable de la anterior y todas, de la primera, que fijaba el pan a un precio muy lejano del real; de aquel, es decir, que habría resultado naturalmente de la proporción entre la necesidad y la cantidad”. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Para resolver la escasez de alimentos, el Gobierno interviene y consigue extender la miseria y la hambruna entre unos desgraciados que al final sólo cuentan con la ayuda de la Iglesia. Los novios “reconcilia el cristianismo con los principios fundamentales del humanismo liberal”, dice Itziar Hernández Rodilla, responsable de la buena edición de Akal, y es plausible la defensa de Manzoni de la religión en una época liberal anticlerical, que representó ciertamente una grave irresponsabilidad por parte de muchos liberales, y envenenó la relación entre la Iglesia y el liberalismo hasta hoy.
La situación en la Italia de 1630, que cuenta la novela, empeoró hasta el drama de combinar hambre y peste, todo agravado por el intervencionismo político y el despilfarro: “el dinero público se encuentra siempre para emplearlo a despropósito”. El autor observa que la población, iracunda al principio contra los empresarios, acusándolos falsamente, como siempre, de ser los culpables de que suban los precios cuando cae la oferta, a medida que el drama se profundiza pasa a quejarse cada vez menos; los seres humanos, concluye Manzoni, “indignados y furiosos contra los males medianos, nos inclinamos en silencio bajo los extremos”.
La destreza intelectual del novelista fue alabada por el ilustre economista italiano Luigi Einaudi, que recomendó a los políticos y burócratas que leyeran a Manzoni para analizar y comprender los catastróficos resultados del intervencionismo en el “buon mercato”. Y concluye sobre Los novios o Promessi sposi: “È uno dei migliori trattati di economia politica che siano mai stati scritti” (Corriere della Sera, 3 julio 1919).
(Artículo publicado en Expansión.)