La corrección política, que saludó las críticas del millonario norteamericano Ray Dalio al capitalismo, se entusiasmó con el texto publicado en LinkedIn: “Por qué y cómo debe ser reformado el capitalismo”.
Pero el capitalismo muchas veces no es defendido por sus beneficiarios, en particular por los capitalistas. Es más defendido por sus resultados. De tal manera que las palabras de Dalio no son sorprendentes. El anticapitalismo es la opinión mayoritaria en la sociedad. Los niños en las escuelas aprenden que las empresas son malas, y ese juicio es ratificado sin cesar por profesores, intelectuales, periodistas, artistas, y el Papa Francisco.
En Estados Unidos la opinión favorable hacia el capitalismo ha caído hasta el 45 % entre los jóvenes. La conclusión que cabe extraer es que resulta increíble, y en extremo satisfactorio, que todavía 45 jóvenes de cada 100 apoyen el capitalismo.
En ese contexto, Ray Dalio es uno más a la hora de exponer sus tesis, o más bien tópicos.
Uno clásico es describir la realidad en los términos más apocalípticos: “la mayoría de nuestros niños son pobres, desnutridos (física y mentalmente) y deficientemente educados”, y está hablando del país con más Premios Nobel en ciencias, incluida la economía; “La tasa de pobreza no ha mejorado en décadas… EE UU en términos de porcentaje de niños que viven en una familia con inseguridad alimentaria está por debajo de la media, y es peor que Polonia y Grecia…no ha crecido la renta real para la mayoría de la gente desde 1980”. El capitalismo “no está funcionando bien para la mayoría de los estadounidenses” y “no reformar el capitalismo representaría una amenaza existencial para los Estados Unidos”.
Si no se desea entrar en detalles técnicos, empezando por el peso del Estado redistribuidor en las rentas no salariales, se podría preguntar don Ray simplemente cómo es posible que tantos millones de trabajadores anhelen emigrar a Estados Unidos.
Pero Dalio no está para preguntas sino para falacias, como que la desigualdad reduce el crecimiento porque la propensión a gastar de los ricos es menor que la de los pobres, como si el gasto fuera la base del crecimiento y no el ahorro y la inversión. Por no preguntarse, no se pregunta qué pasaría con los millonarios americanos si se les suben mucho los impuestos. Es verdad que algunos quieren pagar más, ante el regocijo de la progresía, pero si se cruje a todos los ricos, muchos se irían, y tampoco podría extraerse de los que se quedaran las sumas con las que fantasean los progres.
El tópico más típico es el centrismo: “los capitalistas no saben cómo dividir la tarta económica y los socialistas no saben cómo hacerla crecer”. Como si la solución mágica fuera, otra vez, la vaporosa tercera vía.