La mentira y la violencia, ingredientes del comunismo, suelen ir de la mano, porque no puede funcionar sin reprimir a los ciudadanos, y resulta al mismo tiempo imprescindible que esa represión sea en todo lo posible ocultada, distorsionada, justificada u olvidada. En líneas generales, la extrema izquierda lo ha conseguido hasta ahora, como puede comprobar usted simplemente recordando cuántas películas ha visto sobre el genocidio nazi y qué pocas sobre los crímenes perpetrados por los comunistas. Sin embargo, la caída del Muro de Berlín puede que permita que se abran paso la libertad y la verdad. Ha sucedido, por ejemplo, con la matanza de Novocherkask, que relata ¡Queridos camaradas!, la película de Andrei Konchalovsky.